Tras estudiar la vida de un pobre escultor que venía desde
bielorrusia y se suicidó en 1974 de la manera más insólita que puede
suicidarse un escultor (de un tiro en la frente, cuando la tradición
reza por porlan en los zapatos), Germán Delenzi no sabía bien a donde
apuntar. Tenía en sus manos el objeto de su investigación; un pimentero
labrado en marfil, con detalles de tintura negra, que había pasado por
infinitas manos casi sin relación aparente.
Germán
Delenzi era un hombre común, pero tenía el vicio de los hobbies, un
vicio que suele atacar a amas de casa, jubilados y hombres incompletos.
Generalmente, los hombres incompletos se tiran a actividades un poco más
abiertas de género social; deportes, colecciones dinámicas y
colectivas, entre otras yerbas. Sin embargo, Germán Delenzi tenía en sí
la naturalidad de ser un relativo apartado; con esto no quiero decir que
fuera un hombre antisocial, ni tampoco que fuera un recluído en alguna
institución mental. Solamente se que le gustaba caminar a solas, que
disfrutaba de las comidas con pesto y que amaba coleccionar
antigüedades.
Hay dos tipos de coleccionistas de
antigüedades; el hombre que admira la factura del objeto y el hombre que
admira la historia del objeto. Germán pertenecía al segundo grupo,
aquel que pregunta al dueño transitorio en una casa polvorienta el
precio y la historia de un objeto antes de adquirirlo. Cuando Germán
supo que había pertenecido a un suicida, no pudo más que adquirirlo. A
todos nos gustan los suicidas, después de todo.
Como
contador que era, Germán tenía a su disposición unos cuantos contactos
(sin contar con los contactos de su típica agenda de investigador
amateur, entre los que estaba el reverendísimo Ministro de Cultura de la
Nación) y un arsenal de preguntas que solía disparar. El pimentero era
antiguo y era de factura fina; una adquisicón más que valiosa por unos
mugrosos veinte pesos. El escultor suicida, Alejandro Benek, había
vivido en su ciudad hacía algunos años. No había sido un tipo famoso ni
tampoco un pobre hombre que vivía devorando sus sueños; había subsistido
a base de encargos y talleres, como la gran mayoría de los escultores.
Sin embargo, su orígen eslavo le daba una pista a Germán de donde mirar.
Habló con amigos y conocidos del escultor, gente de edad en su mayoría,
y todos lo recordaban como un hombre tranquilo, bueno, que les había
asaltado amargamente enterarse de su muerte. No pudo obtener demasiadas
cosas en claro respecto a él mismo, pues vivía solo y solamente tenía
familiares en la vieja Europa.
Tras comunicarse con la
familia Benek, se enteró que Alejandro tenía sus anotaciones personales
hasta la fecha de su muerte, pues tenía el férreo hábito de escribir.
Tras explicarse y solicitar el papeleo, Germán comenzó a investigar el
orígen de su propio objeto, sin evitar echarle una mirada a las últimas
anotaciones del difunto. Como esperó, no pudo encontrar nada que pudiera
decirle porqué se había pegado un tiro. Pero encontró, tras largas
noches en vela, el lugar donde el pimentero había sido comprado. Dejó
agendado un viaje a cierto local de antigüedades para sus vacaciones y
se olvidó del asunto.
Hubiese pasado desapercibido en
su viaje, no obstante, de no ser la tiendita tan pintoresca. Entró, casi
sin acordarse, y cuando leyó el nombre supo que tenía que estar ahí. El
anticuario, un hombre de su edad, le dijo que el que debía saber el
orígen de aquel objeto era su abuelo, el dueño original de la tienda. A
duras penas pudo conseguir la audiencia con semejante anciano, que
rozaba los cien años de edad con dedos arrugados y manchados de
nicotina.
El viejo, que no hablaba español, pudo, a
través de su nieto, contarle que ese Pimentero había pertenecido a
franceses, de hecho a la nobleza francesa, y también a rusos. Había
leyendas que lo vinculaban también a la reina Juana de España, conocida
como La Loca. Pero, según su ajada memoria, el que había tenido la
gracia de solicitar ese pimentero como objeto de una larga adquisción de
vajilla había sido Iván IV de Rusia, conocido mejor como Iván El
Terrible. Germán no preguntó más y se volvió a su sur, sus tangos y sus
cuentas. Por un lado, estaba decepcionado porque no sabría nunca en un
objeto tan antiguo quién había sido su artesano, gracias a sus modestos
recursos; por el otro lado, porque la billetera le tiraba de las ropas
reclamándole que volviera.
Sin embargo, Germán tuvo una
relación extraña con el pimentero. Realizó una investigación sobre los
nobles franceses que había citado el anciano, y resultó que, para colmo
de males, habían resultado todos pederastras. Ambas figuras monárquicas
también citadas habían sido mordidos por la locura, en uno u otro
sentido. Sin embargo, Germán no entendía qué podía ser cierto; si el
viejo era un aficionado a la historia de los locos y le había hecho una
mala pasada, o había de hecho un siniestro hilo conductor entre el
pimentero y sus dueños.
Germán era un hombre común, y
como tal, su estanque de dudas y certezas siempre había sido y era
playo. Sin embargo, este pimentero que ahora tengo en mano y que me ha
hecho escribir esta breve reseña le sirvió en los últimos años de su
vida, cuando todo se puso gris. Por gracia o desgracia, cometió
equivocaciones y fraudes. Y cuando estaba a punto de ser atrapado, fundó
con todo lo que había robado una fundación dedicada a las palomas, si, a
las palomas, una sociedad protectora de palomas a las que llamó
inevitablemente Fundación Delenzi, alentada por polleras y desganos
municipales.
Hoy día, Germán es recordado como un
hombre fiel, bueno; una especie de Robin Hood de los delincuentes que
arruinan autos sin asco. Sin embargo, ante su pronta muerte al arrojarse
a las ruedas de un tren, cuando iba a ser arrestado, solo puedo dejar
plasmadas en sus propias palabras la mejor de las conclusiones,
refiriéndose nuevamente al siniestro pimentero.
"El
Pimentero me ha hablado anoche y me ha dicho que él cargaría mis culpas,
como siempre lo ha hecho; que su verdadera maldición, su karma, era ser
la excusa de la locura de los hombres. Y que no había problema con
ninguna de las licencias que me tomara; él se encargaría de alimentarse
con su leyenda, hacerla crecer y pasar a otro dueño. Si la memoria
sobrevivía, entonces podría existir otro como yo. Es gracioso..."
Hoy
día, ese pimentero está en mi casa (me lo he robado de la central para
la que estuve haciendo esta investigación), encerrado en una despensa, y
sinceramente no sé si tengo en mis manos un objeto maldito o una
licencia para comportarme como quiera en los últimos días de mi vida.
jueves, 19 de abril de 2012
sábado, 14 de abril de 2012
La Mediocridad como Subsistencia
mediocre.
2. adj. De poco mérito, tirando a malo.
A la hora de encenderse un cigarrillo uno no piensa; actúa. A la hora de vestirse, bañarse, tirarse a dormir, subir a un colectivo, uno no piensa; reacciona. De la verdadera manera en que podemos estar barrileteando otras cosas en la cabeza, no pensamos en el acto que realizamos, tan integrado al propio circuito de nuestro cuerpo que no vale la pena gastar energía y sinapsis en ello. Sin embargo, hacemos esos actos, y no podemos evitar ponernos a planchar la ropa mientras organizamos mentalmente la agenda para mañana, o tampoco podemos ir al baño sin dejar de pensar en un lugar estático donde mudarnos.
Lamentablemente, el pensamiento también se automatiza en esos momentos. Ojo, con esto no quiero decir que esto sea netamente negativo; el pensamiento automático y creado mediante hábitos nos sirve para sobrevivir, y así como en todo el día enarbolamos uno o dos actos de creación independiente mediante el ejercicio del pensamiento crítico sin teñir todo con los actos mentales automáticos, tampoco se podría sobrevivir a la génesis del pensamiento puro en cada instante; nos veríamos reducidos a autómatas, e inclusive éste acto se vería adoctrinado o subordinado a la rutina, al pensar en qué hacemos, cómo lo hacemos, para qué.
Es inevitable, entonces, pensar en la cuestión de contraposición; la originalidad y la génesis pura como némesis de la rutina y la automatización. Pero existe una manera un poco más arisca de verlo; y es la de anteponer el propio llamado personal al de la necesidad de los gustos. Para esto tenemos que dimensionar el poder de la novedad, brillante y centelleante, al de lo ya conocido.
Analicemos un poco más este concepto. Desde su nacimiento, el hombre no hace más que engullir conocimientos, con todo lo que ello integra; degustar, comer, digerir, desechar lo que no sirva. El bebé devora con los sentidos el mundo próximo, aprendiendo y aprehendiéndolo, que no son la misma cosa. El niño, ya establecido en el mundo que ya devoró y del cual se siente parte (con un sentido más o menos asumido de pertenencia al entorno deglutido), devora relaciones sociales, gestos, actos que más o menos "está calificado" para hacer. Luego de esto, la vida de un hombre podría resumirse en devorar y deglutir una y otra vez la misma cosa; relaciones sociales, con sus infinitas variantes, y actos que está "más o menos calificado" para hacer, o dejar de hacer.
El principio viene sencillo. El hombre devora y engorda hasta su muerte, repletándose de todo lo que está a su alrededor o, mejor dicho, lo que se esfuerza por buscar. Pero aquí viene justamente el punto breve del quid; no existe placer en la repetición, así como todos nosotros tenemos un momento del día en el que comemos por mera aglutinación, por costumbre o simplemente para callar el hambre; no degustamos, tragamos, y así se continúan los días. El no ser participante conciente del acto, por sencillo que sea, hace que traguemos sin degustar, y eso nos juega en contra muchas veces.
Las hordas infalibles que creen combatir a La Máquina pero que en realidad aran su camino trabajan desde hace un tiempo bastante largo en ciertos conceptos que se esfuerzan por meter en las cabezas de la masa, o de ellos mismos a veces. El concepto más maravilloso y único de todos es el de la indivisibilidad, la cualidad de ser único, la personalidad y lo hermoso y milagroso que es ser un hombre razonante. En síntesis, festejar con petardos y lombrices el acto de estar vivo, de ser uno mismo, de asumir una identidad.
No voy a entrar en detalles, porque cómo verán este texto viene hablando a grandes rasgos, rozando apenas con las puntas de los dedos la cara de unos conceptos grandes como barrancas. Tampoco me voy a poner en la piel de todos; de hecho, todos somos únicos por un hecho muy simple, validado también por las hordas infalibles; no existe libro de cocina para hornear a un hombre, y la multiplicidad de elementos que nos conforman es irrepetible. De hecho, somos el resultado de una excepción única en un momento determinado, y eso es innegable.
Pero enaltecer la cualidad de únicos solamente fomenta una felicidad basada en la mediocridad de saberse único, igual que todos. Al sabernos nosotros mismos, al asumir nuestra identidad o al estar felices con el pequeño trabajo, situación social o momento que nos tocó existir a lo largo de la vasta y más que colorida historia del hombre solamente asumimos nuestra antorcha de hombre, lo cual es un acto hermoso y que, en realidad, todo hombre tendria que tener.
Pero no alcanza. La hoz de la mediocridad nos sega a todos por igual, a la misma altura. Y podemos ser un hombre tranquilo, una mujer modesta, un cura de barrio o un cantante de radio y no encontraremos nunca la manera de salir de la mediocridad de sabernos nosotros.
Lo que en realidad se quiere expresar con esto es que el hombre debe asumirse como tal y saberse, más que nada, sentirse y conocerse. Conocerse a sí mismo no es una tarea sencilla, tampoco imposible. Saberse es relativamente simple, y sentirse ya conlleva un esfuerzo y un tiempo que pocos pueden asumir. La verdad detrás del guiso es que todos estos actos son el primer paso de una larga escalera que, en este punto histórico, nunca subimos. Considerarnos a nosotros mismos es barrer para casa, y esto juega a favor y en contra. Es hora, creo, de que la humanidad suba al próximo paso; saberse a uno mismo y poder coaccionar con el poder de la multiplicidad, de la masa de verdad y no la masa homogeneizada que han hecho de nosotros. Entiéndanlo; el poder de las hormigas no está simplemente en el número. Es mucho más útil y práctico un ejército variado que uno de simples soldados rasos, que es lo que hacen de nosotros; especialmente cuando creemos que cualquier soldado puede ser nuestro enemigo, al menor asomo.
Bueno, eso es prácticamente todo; el hecho de que, en este momento histórico que estamos viviendo, quizás seamos testigos de una humanidad que logre salir del enfrasque en sí mismo y logre accionar como integridad, como humanidad propiamente dicha. Recuerden, solamente, que La Máquina no duerme y que es un enemigo duro de pelar, pero no imposible. Después de todo, fue hecho por hombres, y como todo lo que los hombres hacen, no es perenne.
Aléjense de la Nicotina lo más rápido que puedan y tomen un alfajor al salir, de ser posible
lunes, 19 de marzo de 2012
Reciclaje de Reacciones: Zoomorfismo
Antes de anticiparme a escribir un artículo relacionado al susodicho fenómeno de la mutabilidad del lenguaje, utilizando como plataforma posible y factible precisamente estos espacios virtuales que transitamos con tanta frecuencia, prefiero hacer un alto y una pequeña llamada de atención respecto a un tema que empieza a hacerse cada vez más marcado, al menos en los círculos más próximos que suelo recorrer, y es la adopción de la paz como estandarte con la naturaleza.
Hagamos un alto antes de continuar con este análisis. De a poco el hombre cambia, y como cada cambio grande, está antecedido por una migración intelectual importante, o más que intelectual, racional. No es necesario acusarse a uno mismo de tarúpido por no poder discernir intelectualidad de racionalismo; empieza a ser cada vez más claro que la terminología que cada uno maneja, la maneja a su antojo, como y desde donde quiere, y a pesar de que todos creamos estar hablando de lo mismo, termina siendo un embrollo tremendo. Dejemonos de payasadas y vamos al cuerpo del texto.
Querido lector, creo que usted también habrá comenzado a notar los cambios que estamos experimentando en esta época. Los cambios pueden ser muy observables como muy sutiles; nosotros preferimos tomar los sutiles para intentar hacerlos más presentes, porque casi siempre pasan desapercibidos delante de nuestras narices. Y es así como llegamos a pensar en cómo un hombre puede llegar a forjar el dogma que tan acérrimamente defiende, no para compartir su pensamiento, sino para comprenderlo. Puede ser un poco contradictorio habiendo aclarado el punto anterior, pero también creemos (creo) que es lo menor que podemos hacer si queremos intercambiar opiniones con alguien.
Se está haciendo costumbre comenzar a asumir una zoomorfia cada vez más inherente al sistema que nos contiene, esto es, la máquina. Es un poco sorpresivo para el peatón que le resta importancia a las señales de tránsito, pero la zoomorfia está cada vez más presente. Desde un alzamiento que tiende al vegetarianismo y el veganismo sin verdaderos fundamentos hasta la exasperación por la vida de un animal, la zoomorfia reivindica el papel del hombre como señor de la creación y, generalmente, ente perfectible que debería asumir su papel de guardián de todo lo que la madre tierra tiene para ofrecernos.
Claro, no vemos nada malo en esto; de hecho, el propio hombre diseña esquemas dañinos con regularidad y está generalmente educado para buscar enemigos; enemigos en su sociedad, en sus congéneres, en su propio género, en sí mismo. Si este proceso no existiera y fuera casi inherente al género humano, doctrinas anestésicas como la psicología o la demagogía nunca hubiesen sido practicables a gran escala, y mucho menos factibles en la realidad. El hombre, mal que mal, se ve a sí mismo como el cáncer del planeta y desde ahí tiende a ponerse en Hermano Mayor, o quizás en un papel de masa unida en contra de la tiranía de unos pocos (que en realidad es la de muchos).
De aquí sale la zoomorfia, esto es, identificarse como algo fuera del género humano, asumiendo apenas las aras de la personalidad individual, reconociendo el mundo (o el cosmos) como un medio extremadamente hostil que el resto de la humanidad, generalmente los moralmente culpables, no ayuda a mejorar. Y así nacen miles de frustraciones y energía que el autor considera mal orientadas; miles de personas se rasgan las vestiduras ante el hambre de los perros callejeros, abogan por la concientización de la hermandad animal y apelan a una moral relativamente pasajera, poniendo al hombre en la misma estantería que los animales y haciéndose cargo de esa carga moral que le impone el solo hecho de poseer raciocinio.
Es irónico este punto de vista por varias razones que pondremos en claro a continuación, a pesar del propio pensamiento subjetivo de cada uno; más que nada, es casi satírico que existan esta clase de pensamientos en este punto de la humanidad, pero pueden explicarse por varias razones:
Primero que nada, la razón de la frustración inherente a La Máquina. La Máquina utiliza diversos mecanismos para poder hacer que todas las reacciones nacidas de su acción se disipen con alarmante intensidad. Es sabido que todo lo que La Máquina hace, además de utilizar al hombre para su provecho, es drenar la productividad del mismo. Es imposible que el hombre mismo no genere una reacción ante este robo, pero La Máquina está tan bien diseñada que no puede ser vista; es como un ladrón invisible que molesta y se va. Por lo tanto, el hombre queda con su carga de descontento y frustración, que debe descargar en algún lado. Con el paso del tiempo, La Máquina se ha hecho increíblemente efectiva para reciclar reacciones, cuando años anteriores se daba más al maltrato, a la confinación y la exclusión; obviamente, es mucho más efectivo dar un espacio para que la reacción no desintegre al ser humano, y tener una fuente de productividad durante más tiempo. Después de todo, la Máquina no puede existir sin nosotros.
Por el otro lado, la viralidad de las redes sociales (oh la lá! Máquina de nuevo!) ayuda a esparcir y mitigar gran parte de la frustración del hombre, como hombre individual y como conjunto o parte de una comunidad. Para la gente que simplemente necesita decir algo, se presta; y para la gente que decide decir y hacer, apoyando sus palabras con el brazo, se presta a la organización. Las redes sociales son, efectivamente, la mayor parte donde se da el esparcimiento de la mente hoy en día de una gran parte de la población mundial, aunque en realidad debería decir de la población mundial que necesita esa válvula de escape.
Reduciendo el texto a poco; soy un hombre capaz de ganar dinero, y llego cansado al trabajo; no quiero salir a pintar veredas ni marchar porque las vacas dejen de ser masacradas en los mataderos. Pero puedo comprarme una terminal y hablar desde la comodidad de mi sillón respecto a lo que pienso a mis allegados y amigos. Y si alguien duda de mi palabra o mi pensamiento, que se vaya por donde entró. No necesito gente que piense diferente a mí.
Es inútil remarcar lo irónico de este pensamiento; el verdadero revolucionario, el que hace el cambio es justamente el que modifica su entorno; y es literalmente imposible modificar el entorno cuando el entorno mismo apoya nuestro propio dogma. Por lo tanto, el paradigma del hombre que despotrica en las redes sociales de allegados que piensan igual a él es simplemente un hombre en terapia, aunque una terapia disfrazada; es un hombre al que no le interesa cambiar nada, simplemente le interesa decir su punto de vista y ser reconocido por su ambiente próximo. Es siniestro pensar que la gran mayoría de las cosas que estamos limitados a hacer en estos entornos son similares para todos, inclusive para mí.
Volviendo a la zoomorfia, me gustaría abordar otro punto que todavía no toqué; el del odio al género humano. Cuando son enfrentados con cuestionamientos a sus creencias o sus planteos, la gran mayoría de los zoomorfos recalca, en contrapunto, su odio al género humano. Gente que quizás no pensó jamás en mover un dedo para darle un pedazo de pan a un chico de la calle va todos los sábados a vacunar perros callejeros. Gente a la que parece no importarles las decisiones de su gobierno hace manifestaciones en contra de la industria ganadera (en un país como Argentina). Y creo que con este párrafo aplico a lo que son energías o reacciones redirigidas; la cabeza en las nubes y la molestia en los perros, viendo en cada hombre un enemigo y esparciendo amor en círculos cada vez más pequeños. Empezamos con círculos de allegados y amigos; quizá, dentro de poco, sea solo de amigos y familia. Y quien sabe donde terminará este proceso? La Máquina sabe que somos hormigas, y que las hormigas tienen la verdadera fuerza de la marabunta, del torrente, de la multitud. Este proceso de individualización y egocentrismo, colocando al hombre como ente protector de todo, es un callejón sin salida en el cual el hombre cada vez razona menos y reacciona más.
Por eso, mis hombres y mujeres, solamente tengo una petición, sea cual sea su opinión. Intenten tomarse un tiempo del día para pensar, para pensarse, para contemplar al mundo desde un lugar un poco más complejo que el de sus círculos internos. Claro, todos podemos ser un pez grande en una pecera pequeña. Pero, como diría el protagonista de una película, el potencial de los peces se ve cuando no tienen peceras que los contengan. Es un océano muy crudo el que está ahí afuera, no es para cualquiera; pero vivir una vida de mediocridad en la seguridad de la pecera es una vida de maizal, no de hombre.
Admiro al cosmos que nos rodea, en su totalidad, desde lo más pequeño hasta lo más grande. Por eso mismo creo que el verdadero enemigo es uno mismo, y no ninguna cosa ajena a mí mismo. Cuando empezamos a armar equipos entre los elementos del cosmos (incluyendo el hombre), no solo damos paso a la parcialidad, sino también a la enemistad. Y la verdadera paz se logra en la unión; cuando la verdadera guerra es no contemplar la integridad del cosmos sin perder nuestra propia individualidad, sintiéndote parte del cosmos, sabiéndote habitante del universo y, a la vez, universo.
Un saludo a las mentes que leen y, como siempre, aléjense de la Nicotina.
Hagamos un alto antes de continuar con este análisis. De a poco el hombre cambia, y como cada cambio grande, está antecedido por una migración intelectual importante, o más que intelectual, racional. No es necesario acusarse a uno mismo de tarúpido por no poder discernir intelectualidad de racionalismo; empieza a ser cada vez más claro que la terminología que cada uno maneja, la maneja a su antojo, como y desde donde quiere, y a pesar de que todos creamos estar hablando de lo mismo, termina siendo un embrollo tremendo. Dejemonos de payasadas y vamos al cuerpo del texto.
Querido lector, creo que usted también habrá comenzado a notar los cambios que estamos experimentando en esta época. Los cambios pueden ser muy observables como muy sutiles; nosotros preferimos tomar los sutiles para intentar hacerlos más presentes, porque casi siempre pasan desapercibidos delante de nuestras narices. Y es así como llegamos a pensar en cómo un hombre puede llegar a forjar el dogma que tan acérrimamente defiende, no para compartir su pensamiento, sino para comprenderlo. Puede ser un poco contradictorio habiendo aclarado el punto anterior, pero también creemos (creo) que es lo menor que podemos hacer si queremos intercambiar opiniones con alguien.
Se está haciendo costumbre comenzar a asumir una zoomorfia cada vez más inherente al sistema que nos contiene, esto es, la máquina. Es un poco sorpresivo para el peatón que le resta importancia a las señales de tránsito, pero la zoomorfia está cada vez más presente. Desde un alzamiento que tiende al vegetarianismo y el veganismo sin verdaderos fundamentos hasta la exasperación por la vida de un animal, la zoomorfia reivindica el papel del hombre como señor de la creación y, generalmente, ente perfectible que debería asumir su papel de guardián de todo lo que la madre tierra tiene para ofrecernos.
Claro, no vemos nada malo en esto; de hecho, el propio hombre diseña esquemas dañinos con regularidad y está generalmente educado para buscar enemigos; enemigos en su sociedad, en sus congéneres, en su propio género, en sí mismo. Si este proceso no existiera y fuera casi inherente al género humano, doctrinas anestésicas como la psicología o la demagogía nunca hubiesen sido practicables a gran escala, y mucho menos factibles en la realidad. El hombre, mal que mal, se ve a sí mismo como el cáncer del planeta y desde ahí tiende a ponerse en Hermano Mayor, o quizás en un papel de masa unida en contra de la tiranía de unos pocos (que en realidad es la de muchos).
De aquí sale la zoomorfia, esto es, identificarse como algo fuera del género humano, asumiendo apenas las aras de la personalidad individual, reconociendo el mundo (o el cosmos) como un medio extremadamente hostil que el resto de la humanidad, generalmente los moralmente culpables, no ayuda a mejorar. Y así nacen miles de frustraciones y energía que el autor considera mal orientadas; miles de personas se rasgan las vestiduras ante el hambre de los perros callejeros, abogan por la concientización de la hermandad animal y apelan a una moral relativamente pasajera, poniendo al hombre en la misma estantería que los animales y haciéndose cargo de esa carga moral que le impone el solo hecho de poseer raciocinio.
Es irónico este punto de vista por varias razones que pondremos en claro a continuación, a pesar del propio pensamiento subjetivo de cada uno; más que nada, es casi satírico que existan esta clase de pensamientos en este punto de la humanidad, pero pueden explicarse por varias razones:
Primero que nada, la razón de la frustración inherente a La Máquina. La Máquina utiliza diversos mecanismos para poder hacer que todas las reacciones nacidas de su acción se disipen con alarmante intensidad. Es sabido que todo lo que La Máquina hace, además de utilizar al hombre para su provecho, es drenar la productividad del mismo. Es imposible que el hombre mismo no genere una reacción ante este robo, pero La Máquina está tan bien diseñada que no puede ser vista; es como un ladrón invisible que molesta y se va. Por lo tanto, el hombre queda con su carga de descontento y frustración, que debe descargar en algún lado. Con el paso del tiempo, La Máquina se ha hecho increíblemente efectiva para reciclar reacciones, cuando años anteriores se daba más al maltrato, a la confinación y la exclusión; obviamente, es mucho más efectivo dar un espacio para que la reacción no desintegre al ser humano, y tener una fuente de productividad durante más tiempo. Después de todo, la Máquina no puede existir sin nosotros.
Por el otro lado, la viralidad de las redes sociales (oh la lá! Máquina de nuevo!) ayuda a esparcir y mitigar gran parte de la frustración del hombre, como hombre individual y como conjunto o parte de una comunidad. Para la gente que simplemente necesita decir algo, se presta; y para la gente que decide decir y hacer, apoyando sus palabras con el brazo, se presta a la organización. Las redes sociales son, efectivamente, la mayor parte donde se da el esparcimiento de la mente hoy en día de una gran parte de la población mundial, aunque en realidad debería decir de la población mundial que necesita esa válvula de escape.
Reduciendo el texto a poco; soy un hombre capaz de ganar dinero, y llego cansado al trabajo; no quiero salir a pintar veredas ni marchar porque las vacas dejen de ser masacradas en los mataderos. Pero puedo comprarme una terminal y hablar desde la comodidad de mi sillón respecto a lo que pienso a mis allegados y amigos. Y si alguien duda de mi palabra o mi pensamiento, que se vaya por donde entró. No necesito gente que piense diferente a mí.
Es inútil remarcar lo irónico de este pensamiento; el verdadero revolucionario, el que hace el cambio es justamente el que modifica su entorno; y es literalmente imposible modificar el entorno cuando el entorno mismo apoya nuestro propio dogma. Por lo tanto, el paradigma del hombre que despotrica en las redes sociales de allegados que piensan igual a él es simplemente un hombre en terapia, aunque una terapia disfrazada; es un hombre al que no le interesa cambiar nada, simplemente le interesa decir su punto de vista y ser reconocido por su ambiente próximo. Es siniestro pensar que la gran mayoría de las cosas que estamos limitados a hacer en estos entornos son similares para todos, inclusive para mí.
Volviendo a la zoomorfia, me gustaría abordar otro punto que todavía no toqué; el del odio al género humano. Cuando son enfrentados con cuestionamientos a sus creencias o sus planteos, la gran mayoría de los zoomorfos recalca, en contrapunto, su odio al género humano. Gente que quizás no pensó jamás en mover un dedo para darle un pedazo de pan a un chico de la calle va todos los sábados a vacunar perros callejeros. Gente a la que parece no importarles las decisiones de su gobierno hace manifestaciones en contra de la industria ganadera (en un país como Argentina). Y creo que con este párrafo aplico a lo que son energías o reacciones redirigidas; la cabeza en las nubes y la molestia en los perros, viendo en cada hombre un enemigo y esparciendo amor en círculos cada vez más pequeños. Empezamos con círculos de allegados y amigos; quizá, dentro de poco, sea solo de amigos y familia. Y quien sabe donde terminará este proceso? La Máquina sabe que somos hormigas, y que las hormigas tienen la verdadera fuerza de la marabunta, del torrente, de la multitud. Este proceso de individualización y egocentrismo, colocando al hombre como ente protector de todo, es un callejón sin salida en el cual el hombre cada vez razona menos y reacciona más.
Por eso, mis hombres y mujeres, solamente tengo una petición, sea cual sea su opinión. Intenten tomarse un tiempo del día para pensar, para pensarse, para contemplar al mundo desde un lugar un poco más complejo que el de sus círculos internos. Claro, todos podemos ser un pez grande en una pecera pequeña. Pero, como diría el protagonista de una película, el potencial de los peces se ve cuando no tienen peceras que los contengan. Es un océano muy crudo el que está ahí afuera, no es para cualquiera; pero vivir una vida de mediocridad en la seguridad de la pecera es una vida de maizal, no de hombre.
Admiro al cosmos que nos rodea, en su totalidad, desde lo más pequeño hasta lo más grande. Por eso mismo creo que el verdadero enemigo es uno mismo, y no ninguna cosa ajena a mí mismo. Cuando empezamos a armar equipos entre los elementos del cosmos (incluyendo el hombre), no solo damos paso a la parcialidad, sino también a la enemistad. Y la verdadera paz se logra en la unión; cuando la verdadera guerra es no contemplar la integridad del cosmos sin perder nuestra propia individualidad, sintiéndote parte del cosmos, sabiéndote habitante del universo y, a la vez, universo.
Un saludo a las mentes que leen y, como siempre, aléjense de la Nicotina.
miércoles, 14 de marzo de 2012
Diario de un Ingresante a Humanidades Paranoide
1- Entrada Suprimida
2- Entrada Suprimida
3- borré las dos entradas anteriores porque me parecían mediocres. Tampoco me importa si esto es leído por alguien más. Hoy me dieron el visto bueno para entrar en Humanidades. Parecía una Facultad muy buena, especialmente viendo y considerando la atmósfera que tiene. Está emplazada sobre una vieja destilería de cerveza, comprada por el gobierno; estar lejos de la ciudad ayuda a pensar, y especialmente con tanta gente jóven yendo y viniendo todo el tiempo. Mi madre piensa que hago mal en no seguir la carrera de mi padre, que era administrador contable, y que estudiando lo que estoy estudiando solo estoy gastando plata y años buenos. No me importa tampoco. Sé que este lugar me va a deparar buenas cosas.
4- Entrada Suprimida
5- la entrada anterior era innecesaria, apenas detalles estúpidos de lo que uno nota la primera vez que entra en una facultad. La resumiré diciendo que el grupo humano que me tocó parece bastante piola, y que ya arrancamos a leer buenas mentes, buenos autores. Molesta un poco tener que leer a los autores viejos, ya desactualizados con el verdadero contexto que estamos pasando. Pero también está bueno tener todo eso como contexto para comprendernos mejor. De a poco empiezo a entender un poco mejor la posición que tengo como hombre en la sociedad.
6- Hoy tuvimos una charla con la agrupación Casa de Atahualpa. Son unos tipos piolas. Nos dijeron cosas que la gran mayoría de nosotros no sabía, como que el presupuesto de la facultad se gasta en coimas entre profesores y todo el elenco del teatro del decanato. No sé bien qué significa, pero también sé, gracias a estos chicos, que la napa que corre debajo de la facultad puede hacer que, en cualquier momento, el edificio entero se hunda. No puede haber nada peor que estudiar con miedo a perecer en un derrumbe.
7- Entrada Suprimida
8- Conocí a una chica que me gusta, dentro de mi grupo. Me llevó a su casa, tiene gatos de tres colores y un equipo de música que compró en una feria retro. Escuchamos vinilos de Sui Generis un rato y tomamos unos porrones, pero después cayó el novio y tuve que irme. Realmente no sabía que tenía novio, realmente no sabía, realmente me cayó muy mal. Pensé que estaba siendo de esa manera conmigo simplemente para agradarme. Pensé que quería algo más de mí. Soy muy pelotudo todavía.
9- Platón y Rosseau me están volando mucho la cabeza, aunque no los entiendo mucho. Hablé con mi vieja de filosofía y sociología y supo argumentar con pelotudeces de la tele. Los medios son la basura que siempre temí que fueran. Terminan arruinando todo con esos adornos horrorosos de catástrofes, hambre, miseria y corrupción. El verdadero hombre tiene que salir de la caverna. El verdadero hombre tiene que elevarse por sobre el resto. No tiene que ver a lo que la manda mira.
10-Entrada Suprimida
11- Entrada Suprimida
12- Entrada Suprimida
13- Pasó un buen tiempo. Me rompí el tabique de la nariz peleando contra la agrupación Casa de Atahualpa. Estábamos a la salida de la facultad, tomando algo con los chicos en El Terciopelo Rasgado, cuando entraron hablando grandilocuentemente de todo lo que tenían que decir, que teníamos que apoyarlos, que los estudiantes tenían que unirse. Le dije unas cuantas palabras, me insultó y le salté encima. Nos separaron, por suerte; ellos eran más. Pero últimamente y gracias a las gomas quemadas en la esquina, hay mucho cana dando vuelta. Siempre me pareció gente idiota, que solamente estaba ahí para no hacer nada y querer robar un banco en algún puestucho, consiguiendo comida y cama por no hacer nada más que hablar al pedo. Imprimí los retratos de Aritóteles y Herz y los pegué en el techo de mi cuarto. Mañana voy a pegar la cara de Sócrates contra mi almohada, así cada vez que me levante recuerdo que solo sé que no se nada.
14- Embaracé a la piba que me gustaba. Empezamos a salir casi sin darnos cuenta, cuando ella se peleó con el novio y yo fui a la casa a consolarla. Es la única persona que realmente quería, de verdad. Luego de irme de la casa de mi vieja por la pelea jodida que tuvimos, me fui a vivir con ella. Pero no podía quedarme mucho; ella me dijo una mañana que lo nuestro tenía que terminar y que yo me tenía que ir, porque se había dado cuenta que al que verdaderamente amaba era a su novio. Que chamuyo es ese? Flaca, yo fui el que te estuvo abrigando, cocinando, consolando y penetrando durante siete meses, y ahora me salís con esto? Decime que me usaste y punto, hija de puta. Tanto te cuesta?
15- Entrada Suprimida
16- Luego de haberme peleado con el novio de Violeta y haber terminado en una comisaría, lo supe. Este sistema me odia. Me quitó lo único que quise con prejuicios y preconceptos, haciéndole creer a Violeta que lo nuestro estaba mal. Ella abortó a nuestro hijo, aunque yo lo quería tener. Todo porque quiere casarse de blanco algún día. Todos hipócritas; si vivís como hippie, bancate todo lo que ello implica, no te me hagás la remilgada cuando las cosas se ponen más rápidas. Encima, el sistema penal, siempre práctico, me puso las manos encima para dejarme un rato. Imbéciles. No entienden que el arma más grande que tiene un hombre es su mente, y me están dando tiempo para recargar la mía. Vino mi vieja y me trajo sandwiches. No le pedí nada. La dejé que se vaya en paz. Me trajo el retrato de H.G. Wells que tenía en mi cuarto, cuando pibe. Me dijo que le gustaba mucho cuando admiraba a ese hombre, más que a Spinoza, San Agustín y "esa manga de pelotudos que lees". Mirando el retrato de Wells en mi celda solamente puedo sentirme como él, como Descartes, como tantos otros. Incomprendidos. El sistema no me contiene, me confina.
Y yo aguardo
17- Una vez más, pude salirme con la mía. Después de salir de la cárcel volví al único lugar que realmente me gusta; la bilbioteca de la facultad. Hay muchas mentes en este lugar, muchas mentes jóvenes que tienen un potencial terrible; apenas ayer me enteré que con unos kilos de dinamita podría volar un edificio entero. Y ellos pueden, ellos quieren; pero ellos prefieren seguir el camino marcado a caminar como ellos realmente quieren. Mucho potencial que se inmola en la facultad, año tras año. Hace tres años que vengo a esta facultad y lo único que saqué de bueno fue el trasfondo teórico. Sigo navegando por sobre Hermes Trimegisto, Gurdieff y Boloshinov. No existe significado, tan solo el significante; y ese significante es el hombre. Que invento de mierda que son la ética y la moral.
18- Puedo empezar a pensar que estoy loco. Cuando debato en la facultad, la gente me mira raro, y los profesores callan. Hace cuatro años que sigo acá, viviendo como puedo de lo que puedo. Mi vieja falleció la semana pasada. Apenas heredé deudas. Ya es al pedo aclarar que es la cadena con la que tratan de atarme al mismo caminito que viene siguiendo mi familia desde hace rato. Las agrupaciones políticas son una mentira. Hegel era un estúpido por pensar como pensaba. Nietzsche tenía unas cuantas pepas de oro, pero las apostó mal. Vivo acurrucado en una pensión junto a un inmigrante boliviano que escucha la radio al palo todo el día. Lo único que me traje de mi casa son los retratos; retratos de esas personas que sé que me comprenderían. San Martín, Heráclito, Belgrano, Artigas, Gengis Khan, César, Nafuncurá. No puedo más que navegar por los pensamientos de ellos y darme cuenta de un hecho cada vez más maduro; no estoy loco, pero quisiera haber nacido en otra época.
19- Entrada Suprimida
20- Entrada Suprimida
21- Entrada Suprimida
22- Entrada Suprimida
23- Entrada Suprimida
24- No tengo más papel higiénico para limpiarme el cerebro. No estoy loco, pero cuando pongo la pava para hacerme un café me doy cuenta que la termodinámica está mal; es una ley que tendría que derogarse, como tantas otras, como el aborto, como la reacción. Que clase de hegemonía cruel es el principio de acción y reacción? Nos dicen que toda acción tiene una reacción, pero vivimos en un lugar donde la reacción está redirigida, no es auténtica, no existe. La reacción nace, y como nace es ocupada en lo que las acciones quieren. La reacción no puede ser desde el principio. Somos las reacciones de nuestros padres y los huesos de nuestros abuelos. Empiezo a pensar que la división de los átomos debe ser la más bella creación del universo. De noche, hago la señal de Orfeo bajo mi cama y digo unas plegarias en griego. Cinco años y esta facultad sigue siendo el único lugar aceptable en toda la ciudad. Eso tiene que ser triste.
25- Entrada Suprimida
26-
No estoy loco.
No estoy loco.
No estoy loco.
27- No estoy loco, pero estoy empezando a pensar que estaría bueno ser un loco. Es que el hecho de no estar loco es más torturante; la locura debe ser un escape mortal , pero pacificador. En cambio, yo estoy despierto, y he despertado desde hace seis años, progresivamente. Quisiera ser un oso polar, para poder hibernar, aún a pesar de la resolana sobre los hielos, el blizzard y todo. Encontré que recitar a Borges puede ser la mejor clave para cruzar la calle; es mecánico, es matemático. Como Kant sirve para hacer canelones, aunque hace mucho que odio a Kant y los canelones. Violeta me cruzó el otro día. Dijo que había sido mala conmigo y que quería una segunda oportunidad. Le dije que un hombre solo no es más que un átomo en el universo; y que si ella había elegido dejar de ser la idea de amor que yo perseguía, bien podía sumergirse en las planicies del Tártaro. Ya tengo una reputación importante en la facultad; me miran desde lejos, hablan por lo bajo, yo creo que en código. No sé si me respetan o me temen. No estoy loco.
28- Tengo un matafuegos clavado encima de mi cama. Todas las noches sueño con fuego. No puedo dormir tranquilo sin saber que el matafuegos está ahí. Antes tenía un sifón de soda, pero me terminaba bañando con él, en sueños. El matafuegos es demasiado pesado. Maldito sea el IVA, maldito el código binario, maldita la Santa Inquisición de las redes sociales. Regalé mi computadora. Escribo desde mi pad personal, como lo hacía en la cárcel. Creo que existe un código secreto entre albañiles, o quizás arquitectos. Nos hacen vivir como perejil en maceta para criarnos. Nos crian para engordar. Pero yo sigo recargando mi mente. Ayer soñé que en el fuego venía Violeta. Me pedía un cigarrillo.
29- Entrada Suprimida
30- Me decidí. Tengo suficiente dinamita como para volar a la mierda la municipalidad. Maquiavelo estaría orgulloso de mí. Hobbes, todos. Todos los viejos muchachos. Tengo que dar un discurso en la facultad y luego, luego dinamitaré lo que tenga que dinamitar. Puede ser la municipalidad, puede ser otra cosa. Tiene que ser simbólico. Stalin la tenía clara en ese sentido. Goebbels también. Fawkes también. Todos la tenían clara, menos yo. Estoy muy confundido, pero no puedo vivir sin yerba para el mate, y hace días que la portera no me da más. No doy más. Basta con todo esto. Están todos locos. No puedo vivir en un mundo de locos. Solo ahora sé qué tan solos se tienen que haber sentido Stravinsky, Perón y Ghandi. Que Seth se apiade de nosotros. Voy hacia el desierto. Mis sueños eran el fuego que voy a provocar.
Estoy decidido. No estoy loco.
31- Fin del Diario Virtual Asignado
En la primavera del año 1989, Jorge Ruíz Orteaga, Profesor de la Cátedra de Filosofía, graduado con honores hacía apenas un año y con el potencial más prometedor de la Facultad de Humanidades de la República Argentina, tras dar una oratoria dedicada a un Seminario respecto a Mutabilidad y Metafísica, se dirigió vía el subte 77-A hacia el Centro Regulador de Diarios Asignados, en el barrio de Velez Sarsfield. Sin que nadie lo supiera, llevaba en su mochila lo que los expertos calculan sería una cantidad similar a 40 kilos de TNT.
Nadie sabe de dónde los sacó, o si los fabricó, o cómo un hombre tan flaco y malnutrido podía llevarlos. Jorge Ruíz Orteaga se cobró la vida de 259 empleados que trabajaban ese día Martes, tras inmolarse delante de los Servidores Nacionales que regulan la biometría de los Dioarios Gratuitos, plataforma virtual que desde el año 1966 se asigna de manera gratuita a cualquier persona nacida bajo territorio nacional. Lo que acabamos de leer son los datos que los técnicos pudieron rescatar de lo que quedó de su Diario, en lo que quedó de los servidores.
La portera de la pensión donde vivía declaró que "era un hombre callado, muy callado, y medio raro. No compraba comida y siempre me pedía yerba. Ayer me habían operado de hemorroides y estaba de mal humor, le dije que no. Usted cree que puede haber hecho semejante monstruosidad porque alguien no le presta yerba?"
2- Entrada Suprimida
3- borré las dos entradas anteriores porque me parecían mediocres. Tampoco me importa si esto es leído por alguien más. Hoy me dieron el visto bueno para entrar en Humanidades. Parecía una Facultad muy buena, especialmente viendo y considerando la atmósfera que tiene. Está emplazada sobre una vieja destilería de cerveza, comprada por el gobierno; estar lejos de la ciudad ayuda a pensar, y especialmente con tanta gente jóven yendo y viniendo todo el tiempo. Mi madre piensa que hago mal en no seguir la carrera de mi padre, que era administrador contable, y que estudiando lo que estoy estudiando solo estoy gastando plata y años buenos. No me importa tampoco. Sé que este lugar me va a deparar buenas cosas.
4- Entrada Suprimida
5- la entrada anterior era innecesaria, apenas detalles estúpidos de lo que uno nota la primera vez que entra en una facultad. La resumiré diciendo que el grupo humano que me tocó parece bastante piola, y que ya arrancamos a leer buenas mentes, buenos autores. Molesta un poco tener que leer a los autores viejos, ya desactualizados con el verdadero contexto que estamos pasando. Pero también está bueno tener todo eso como contexto para comprendernos mejor. De a poco empiezo a entender un poco mejor la posición que tengo como hombre en la sociedad.
6- Hoy tuvimos una charla con la agrupación Casa de Atahualpa. Son unos tipos piolas. Nos dijeron cosas que la gran mayoría de nosotros no sabía, como que el presupuesto de la facultad se gasta en coimas entre profesores y todo el elenco del teatro del decanato. No sé bien qué significa, pero también sé, gracias a estos chicos, que la napa que corre debajo de la facultad puede hacer que, en cualquier momento, el edificio entero se hunda. No puede haber nada peor que estudiar con miedo a perecer en un derrumbe.
7- Entrada Suprimida
8- Conocí a una chica que me gusta, dentro de mi grupo. Me llevó a su casa, tiene gatos de tres colores y un equipo de música que compró en una feria retro. Escuchamos vinilos de Sui Generis un rato y tomamos unos porrones, pero después cayó el novio y tuve que irme. Realmente no sabía que tenía novio, realmente no sabía, realmente me cayó muy mal. Pensé que estaba siendo de esa manera conmigo simplemente para agradarme. Pensé que quería algo más de mí. Soy muy pelotudo todavía.
9- Platón y Rosseau me están volando mucho la cabeza, aunque no los entiendo mucho. Hablé con mi vieja de filosofía y sociología y supo argumentar con pelotudeces de la tele. Los medios son la basura que siempre temí que fueran. Terminan arruinando todo con esos adornos horrorosos de catástrofes, hambre, miseria y corrupción. El verdadero hombre tiene que salir de la caverna. El verdadero hombre tiene que elevarse por sobre el resto. No tiene que ver a lo que la manda mira.
10-Entrada Suprimida
11- Entrada Suprimida
12- Entrada Suprimida
13- Pasó un buen tiempo. Me rompí el tabique de la nariz peleando contra la agrupación Casa de Atahualpa. Estábamos a la salida de la facultad, tomando algo con los chicos en El Terciopelo Rasgado, cuando entraron hablando grandilocuentemente de todo lo que tenían que decir, que teníamos que apoyarlos, que los estudiantes tenían que unirse. Le dije unas cuantas palabras, me insultó y le salté encima. Nos separaron, por suerte; ellos eran más. Pero últimamente y gracias a las gomas quemadas en la esquina, hay mucho cana dando vuelta. Siempre me pareció gente idiota, que solamente estaba ahí para no hacer nada y querer robar un banco en algún puestucho, consiguiendo comida y cama por no hacer nada más que hablar al pedo. Imprimí los retratos de Aritóteles y Herz y los pegué en el techo de mi cuarto. Mañana voy a pegar la cara de Sócrates contra mi almohada, así cada vez que me levante recuerdo que solo sé que no se nada.
14- Embaracé a la piba que me gustaba. Empezamos a salir casi sin darnos cuenta, cuando ella se peleó con el novio y yo fui a la casa a consolarla. Es la única persona que realmente quería, de verdad. Luego de irme de la casa de mi vieja por la pelea jodida que tuvimos, me fui a vivir con ella. Pero no podía quedarme mucho; ella me dijo una mañana que lo nuestro tenía que terminar y que yo me tenía que ir, porque se había dado cuenta que al que verdaderamente amaba era a su novio. Que chamuyo es ese? Flaca, yo fui el que te estuvo abrigando, cocinando, consolando y penetrando durante siete meses, y ahora me salís con esto? Decime que me usaste y punto, hija de puta. Tanto te cuesta?
15- Entrada Suprimida
16- Luego de haberme peleado con el novio de Violeta y haber terminado en una comisaría, lo supe. Este sistema me odia. Me quitó lo único que quise con prejuicios y preconceptos, haciéndole creer a Violeta que lo nuestro estaba mal. Ella abortó a nuestro hijo, aunque yo lo quería tener. Todo porque quiere casarse de blanco algún día. Todos hipócritas; si vivís como hippie, bancate todo lo que ello implica, no te me hagás la remilgada cuando las cosas se ponen más rápidas. Encima, el sistema penal, siempre práctico, me puso las manos encima para dejarme un rato. Imbéciles. No entienden que el arma más grande que tiene un hombre es su mente, y me están dando tiempo para recargar la mía. Vino mi vieja y me trajo sandwiches. No le pedí nada. La dejé que se vaya en paz. Me trajo el retrato de H.G. Wells que tenía en mi cuarto, cuando pibe. Me dijo que le gustaba mucho cuando admiraba a ese hombre, más que a Spinoza, San Agustín y "esa manga de pelotudos que lees". Mirando el retrato de Wells en mi celda solamente puedo sentirme como él, como Descartes, como tantos otros. Incomprendidos. El sistema no me contiene, me confina.
Y yo aguardo
17- Una vez más, pude salirme con la mía. Después de salir de la cárcel volví al único lugar que realmente me gusta; la bilbioteca de la facultad. Hay muchas mentes en este lugar, muchas mentes jóvenes que tienen un potencial terrible; apenas ayer me enteré que con unos kilos de dinamita podría volar un edificio entero. Y ellos pueden, ellos quieren; pero ellos prefieren seguir el camino marcado a caminar como ellos realmente quieren. Mucho potencial que se inmola en la facultad, año tras año. Hace tres años que vengo a esta facultad y lo único que saqué de bueno fue el trasfondo teórico. Sigo navegando por sobre Hermes Trimegisto, Gurdieff y Boloshinov. No existe significado, tan solo el significante; y ese significante es el hombre. Que invento de mierda que son la ética y la moral.
18- Puedo empezar a pensar que estoy loco. Cuando debato en la facultad, la gente me mira raro, y los profesores callan. Hace cuatro años que sigo acá, viviendo como puedo de lo que puedo. Mi vieja falleció la semana pasada. Apenas heredé deudas. Ya es al pedo aclarar que es la cadena con la que tratan de atarme al mismo caminito que viene siguiendo mi familia desde hace rato. Las agrupaciones políticas son una mentira. Hegel era un estúpido por pensar como pensaba. Nietzsche tenía unas cuantas pepas de oro, pero las apostó mal. Vivo acurrucado en una pensión junto a un inmigrante boliviano que escucha la radio al palo todo el día. Lo único que me traje de mi casa son los retratos; retratos de esas personas que sé que me comprenderían. San Martín, Heráclito, Belgrano, Artigas, Gengis Khan, César, Nafuncurá. No puedo más que navegar por los pensamientos de ellos y darme cuenta de un hecho cada vez más maduro; no estoy loco, pero quisiera haber nacido en otra época.
19- Entrada Suprimida
20- Entrada Suprimida
21- Entrada Suprimida
22- Entrada Suprimida
23- Entrada Suprimida
24- No tengo más papel higiénico para limpiarme el cerebro. No estoy loco, pero cuando pongo la pava para hacerme un café me doy cuenta que la termodinámica está mal; es una ley que tendría que derogarse, como tantas otras, como el aborto, como la reacción. Que clase de hegemonía cruel es el principio de acción y reacción? Nos dicen que toda acción tiene una reacción, pero vivimos en un lugar donde la reacción está redirigida, no es auténtica, no existe. La reacción nace, y como nace es ocupada en lo que las acciones quieren. La reacción no puede ser desde el principio. Somos las reacciones de nuestros padres y los huesos de nuestros abuelos. Empiezo a pensar que la división de los átomos debe ser la más bella creación del universo. De noche, hago la señal de Orfeo bajo mi cama y digo unas plegarias en griego. Cinco años y esta facultad sigue siendo el único lugar aceptable en toda la ciudad. Eso tiene que ser triste.
25- Entrada Suprimida
26-
No estoy loco.
No estoy loco.
No estoy loco.
27- No estoy loco, pero estoy empezando a pensar que estaría bueno ser un loco. Es que el hecho de no estar loco es más torturante; la locura debe ser un escape mortal , pero pacificador. En cambio, yo estoy despierto, y he despertado desde hace seis años, progresivamente. Quisiera ser un oso polar, para poder hibernar, aún a pesar de la resolana sobre los hielos, el blizzard y todo. Encontré que recitar a Borges puede ser la mejor clave para cruzar la calle; es mecánico, es matemático. Como Kant sirve para hacer canelones, aunque hace mucho que odio a Kant y los canelones. Violeta me cruzó el otro día. Dijo que había sido mala conmigo y que quería una segunda oportunidad. Le dije que un hombre solo no es más que un átomo en el universo; y que si ella había elegido dejar de ser la idea de amor que yo perseguía, bien podía sumergirse en las planicies del Tártaro. Ya tengo una reputación importante en la facultad; me miran desde lejos, hablan por lo bajo, yo creo que en código. No sé si me respetan o me temen. No estoy loco.
28- Tengo un matafuegos clavado encima de mi cama. Todas las noches sueño con fuego. No puedo dormir tranquilo sin saber que el matafuegos está ahí. Antes tenía un sifón de soda, pero me terminaba bañando con él, en sueños. El matafuegos es demasiado pesado. Maldito sea el IVA, maldito el código binario, maldita la Santa Inquisición de las redes sociales. Regalé mi computadora. Escribo desde mi pad personal, como lo hacía en la cárcel. Creo que existe un código secreto entre albañiles, o quizás arquitectos. Nos hacen vivir como perejil en maceta para criarnos. Nos crian para engordar. Pero yo sigo recargando mi mente. Ayer soñé que en el fuego venía Violeta. Me pedía un cigarrillo.
29- Entrada Suprimida
30- Me decidí. Tengo suficiente dinamita como para volar a la mierda la municipalidad. Maquiavelo estaría orgulloso de mí. Hobbes, todos. Todos los viejos muchachos. Tengo que dar un discurso en la facultad y luego, luego dinamitaré lo que tenga que dinamitar. Puede ser la municipalidad, puede ser otra cosa. Tiene que ser simbólico. Stalin la tenía clara en ese sentido. Goebbels también. Fawkes también. Todos la tenían clara, menos yo. Estoy muy confundido, pero no puedo vivir sin yerba para el mate, y hace días que la portera no me da más. No doy más. Basta con todo esto. Están todos locos. No puedo vivir en un mundo de locos. Solo ahora sé qué tan solos se tienen que haber sentido Stravinsky, Perón y Ghandi. Que Seth se apiade de nosotros. Voy hacia el desierto. Mis sueños eran el fuego que voy a provocar.
Estoy decidido. No estoy loco.
31- Fin del Diario Virtual Asignado
En la primavera del año 1989, Jorge Ruíz Orteaga, Profesor de la Cátedra de Filosofía, graduado con honores hacía apenas un año y con el potencial más prometedor de la Facultad de Humanidades de la República Argentina, tras dar una oratoria dedicada a un Seminario respecto a Mutabilidad y Metafísica, se dirigió vía el subte 77-A hacia el Centro Regulador de Diarios Asignados, en el barrio de Velez Sarsfield. Sin que nadie lo supiera, llevaba en su mochila lo que los expertos calculan sería una cantidad similar a 40 kilos de TNT.
Nadie sabe de dónde los sacó, o si los fabricó, o cómo un hombre tan flaco y malnutrido podía llevarlos. Jorge Ruíz Orteaga se cobró la vida de 259 empleados que trabajaban ese día Martes, tras inmolarse delante de los Servidores Nacionales que regulan la biometría de los Dioarios Gratuitos, plataforma virtual que desde el año 1966 se asigna de manera gratuita a cualquier persona nacida bajo territorio nacional. Lo que acabamos de leer son los datos que los técnicos pudieron rescatar de lo que quedó de su Diario, en lo que quedó de los servidores.
La portera de la pensión donde vivía declaró que "era un hombre callado, muy callado, y medio raro. No compraba comida y siempre me pedía yerba. Ayer me habían operado de hemorroides y estaba de mal humor, le dije que no. Usted cree que puede haber hecho semejante monstruosidad porque alguien no le presta yerba?"
miércoles, 29 de febrero de 2012
Primero, Fusilarán a los Niños
Muy pocas veces se me ocurren preguntas originales para hacer o para hacerme. En todo caso, las respuestas expuestas en el Tintero son respuestas que se explican en sí mismas, reflexiones, no conclusiones nacidas de preguntas. Las preguntas son la viruta, las astillas que salen de cualquier obra que cualquier persona que utilice el pensamiento vivo como herramienta encuentra de vez en cuando; construyendo unas cuantas cosas en madera, tarde o temprano terminamos cortándonos, o teniendo los dedos llenos de preguntas clavadas. La obra en sí termina ilesa; pero si nos terminamos lastimando demasiado podemos reevaluar volver a hacer una.
La pregunta clave aquí es para qué existe el Tintero. El Tintero sirve, principalmente, como asiento más o menos seguro (con la relativa seguridad que dan servidores que nos son ajenos) para almacenar estas reflexiones, que surgen en el devenir de los días que cualquier persona tiene. Por lo general, estas reflexiones nacen en la gran mayoría de los hombres, pero ninguno le da pelota; La Máquina apura y molesta, difumina y perturba el pensamiento vivo, esa nube que nos caracteriza como humanos; es totalmente normal, ya que la Máquina quiere que asumamos, no que cuestionemos. Mientras más se asegure el herraje que nos contiene, mejor; y mientras más lejos se halle la ecuación de la duda, más placentera será la vida. Por lo general, y es por esto que escribo, también soy víctima de mi propia cabeza que, programada para el olvido, hace nacer efímeras conclusiones que nunca verán la luz. No me dificulta vivir de historias; las historias, por otra parte, permanecen en mi cabeza, a pesar de verse un poco alteradas con el paso del tiempo; esto se debe a que las historias cautivan, solucionan y resuelven, y ayudan a la supervivencia. El pensamiento vivo, por otro lado, es la respuesta natural (o experimental) ante una cadena de pensamientos que se da por un determinado momento, o mejor, en un determinado momento. Es por esto que es más propensa al olvido que las historias, relativamente inmutables y no atadas a una situación, sino a muchas.
Pero basta de preámbulos. Antes que la reflexión se desvanezca en la inmensa maraña que es el olvido, vamos a escribirla, con presteza y sin ninguna habilidad.
El título de este fragmento es bastante elocuente, aunque pueda ser debatible, como todo. Principalmente hace referencia al tema principal; la infantilización como herramienta para la alienación y el espectro denigrable del ser humano, cuando ha de moverse por una necesaria cantidad de pasillos un poco misteriosos al ir creciendo. Estoy hablando de la muerte del Niño que fuimos y que, en parte, deberíamos seguir siendo.
Primero que nada, creo menester brindar mi visión del hombre como criatura que crece. A diferencia de cualquier otra criatura, y gracias a la sapiencia y un manojo de sentimentalidades, el hombre tiene un crecimiento por etapas. Sin salirnos del orden biológico establecido, un hombre pasa a lo largo de su vida por unas cuantas etapas de crecimiento que pueden hallar explicadas en wikipedia o en el libro gordo de petete. Y como nos enseñaron en la primaria, llenos de bolitas y barro, el hombre "nace, crece, se reproduce y muere", dándole fin a una vida de antorcha que pasa (o no) su fuego a la generación venidera.
El hecho de brindar una visión reduccionista sobre el crecimiento no ayuda ni un poco. Debido a la capacidad de raciocinio, el hombre crea en su integridad uno de los conflictos más inestables jamás contemplados; el de la sentimentalidad en contra de la razón, o a favor, dependiendo de dónde sople el viento. Reconozcamos que la sentimentalidad es uno de nuestros lados que está más atado a las pasiones animales, que no son para nada viejas y siguen presentes como en nuestro primer antepasado, y vislumbremos que la razón, por el otro lado, es una maravilla ilusoria y casi imposible, pero que está presente y funciona. El hombre sensible es una base preciosa; pero si colocamos en la ecuación al hombre razonable (no voy a decir inteligente), va a haber conflictos desde el vamos; la razón no ama, no odia, no sueña, y muchísimas veces halla innecesario tanto percance para alcanzar un determinado objetivo. Donde los usos y las costumbres tienen su apoyo sentimentaloide, la razón halla razones para perder el tiempo, quizá una de las cosas más poco valoradas que el hombre tiene (el tiempo por ser vivido, se comprende). Y es así que nos hallamos entre la espada y la pared; el hombre que intenta transformarse en un hombre tiene que asesinar a su propio niño para poder avanzar dentro de una etapa en la cual pueda decirle a la mujercita que le gusta que le de un beso.
Vámonos a los extremos, que son divertidos. Si existiera un hombre completamente racional cuya sentimentalidad fuera nula, el rito de apareamiento, por decirlo de alguna manera, sería muchísimo más rápido y futil; lo mismo para un hombre de cero raciocinio (siempre asumiendo que el contexto le favorezca), puesto que las pasiones serían atendidas sin mediaciones. Justamente, la mediación entre razón y sensibilidad son las que nos hacen crear y recorrer maravillosos caminos que son únicos, en tanto y en cuanto el hombre es el único ser capaz de inventarse una excusa para realizar lo que su razón o su sensibilidad le dice que no, mientras que el lado antagonista aclama por su realización.
Es muy sencillo deducir que de esta constante guerra nace la ética y la moral; instituciones creadas desde la razón para el ordenamiento y la etiquetación de la sensibilidad emocional. No es extraño entonces preveer porqué no hay códigos que sirvan para todos, cual libro de cocina; nadie tiene un igual en el mundo, y los puntos de vista son millones. El propio código moral y/o ético es una muleta que el hombre usa para poder moverse en un mundo racional, irónicamente creado por animales sensibles. De hecho, es muy cómico mirar ahora a la Máquina y empezar a contemplar que, quizás, no todo sea tan difuso, sino que este propio armatoste haya sido diseñado por hombres aparentemente racionales que ejercen con plena libertad su sentimentalidad.
Pero no es momento para la hipocresía; ese es tema de otro fragmento. A lo que voy ahora es, justamente, al asesinato del niño que llevamos dentro, retomando un poco mi hilo conductor; un asesinato silencioso (y a veces brutal) que es consentido por la Máquina, pero tampoco obligatorio. Veamos este asunto un poco más de cerca, y para eso, voy a tener que llamar una vez más al escenario a uno de mis payasos favoritos; el Progreso.
Con la idea del Progreso, bailoteando su canción en el escenario, la razón ha dictado en los hombres la cuestión de los estadios, las etapas, las postas; una veintena de pasos que van en constante mejoría, de ser posible, o avanzan hacia un futuro mejor. De esta manera, el hombre común y corriente, desmentido de ser una maravilla, cree que en un principio va a ser una porquería y que, lentamente, se transformará en el soñado hombre completo. El hombre completo varía en el esquema dependiendo de quienes queremos llegar a ser, pero la idea persiste; siempre nos falta estudio, siempre nos falta experiencia, siempre nos falta, nos falta. Y es que en esta idea, el único hombre completo, si es que llegara a existir, es el hombre muerto. Nadie cesa de convertirse en algo mejor hasta que se choca de cara contra su propia lápida.
Una vez más, la idea de los estadios no es mala, en absoluto, pero existe una razón para el título de este fragmento; básicamente, es idea general (y alarmante su gran aceptación) que, para poder pasar de un estadio a otro, un hombre debe morir y renacer, lo cual no sería un proceso para nada malo si en el medio no se quedara gran parte de él. Entendamos esto; la muerte y resurrección en vida es un proceso completamente natural, cuando llegamos a un hiato en nuestras existencias por una sumatoria de razones, y todos complementamos estos procesos en varios momentos de nuestra vida, sin orden aparente. Pero el hombre que muere y, al renacer, entierra a su viejo yo, es un necio o un imbécil. No se puede vivir, ni transformarse en un hombre completo, sin dejar de ser uno mismo; y es en este proceso desastroso en el que la identidad sufre la peor de las mutilaciones.
Así, contamos con hombres que se asesinan a sí mismos en contadas ocasiones y sepultan detrás de si gran parte de su propia identidad, tan difícilmente aceptada hasta entonces. Ojo, no estoy hablando de estupideces como renegar de la infancia o la adolescencia, o negar su propia experiencia; estoy hablando de algo inevaluable para un tercero, y algo muchísimo peor. Un hombre que se avergüenza de su pasado en público puede muy bien convivir con su pasado en su fuero interno, o donde lo desee; no necesariamente lo que se dice o hace tiene coincidencia en el espectro inmenso del ser humano. Pero el hombre que de verdad lo hace, que asesina su identidad y crea una nueva descartando lo que no le agrada y reafirmando su elección termina transformándose en algo así como un hombre de cartapesta, renovado mil y un veces, probablemente hueco por dentro, lleno de capas y pegamento para darle sustento.
Comprendamos una cosa básica; la identidad es una de los elementos claves para la supervivencia, siempre. Y cuando se fusila al niño que fuimos por aceptar la idea de maduración o la idea de progreso, entonces estamos volviendo en la escala y arrancamos de cero, apenas con unos jirones de identidad que rescatar. Es una cosa horrible, pero sucede, y mucho más a menudo de lo que podría llegar a creerse.
El hombre verdadero no tiene que creerse uno solo, ese es el principal error. El hombre suele creerse a si mismo como una identidad que muta a través del tiempo, cuando en realidad es la suma de muchas entidades a lo largo del tiempo. Un hombre que se cree mutable va fusilando a los hombres que fue en su anterioridad, y carece de gran parte del repertorio que el otro hombre tiene; pues el hombre que se cree muchos hombres tiene todo, todo lo que fue, lo que es y lo que será. Es un proceso hermoso, el devorar y asumir a los otros hombres que somos; que somos niños, que somos adolescentes, que somos jóvenes adultos, que somos mayores, que somos ancianos. Somos todo eso y más. Lo planteo desde mi propia supervivencia y, como todo lo del Tintero, es sumamente subjetivo.
¿Cómo puedo salir a pasear sin conciliarme con el Niño que soy? ¿Cómo puedo admirar la belleza de una mujer si no me abrazo con el adolescente que soy? Y, mejor aún, ¿Cómo puedo plantearme siquiera el escribir si no asumo la humildad y la decisión de ser el adulto jóven que soy?
Desechando la idea de madurez, creo firmemente que el hombre como sujeto podría conocer una vida no más feliz, sino más pacífica, si hiciera la paz con sus otros hombres en vez de sepultarlos. Es muy feo vivir bajo el yugo de la Máquina, pero ya que no está estrictamente prohibido todavía, les sugiero que rehagan a sus niños, sus adolescentes, sus adultos jóvenes, sus mayores. Reháganlos y sóplenles el soplo de vida en la arcilla y los oídos; conocerse en todas esas dimensiones quizás les de la clave de porqué tienen ciertos malestares o ciertos placeres que carecen de explicación. Porque, no se confundan, el entierro es certero; pero el malestar se da cuando uno de estos hombres tropieza con la tumba, queriéndose olvidar de que ese que está sepultado fue él, y no alguien más.
Muchísimas gracias, una vez más, por la lectura. Aléjense de la Nicotina y que tengan un buen día.
miércoles, 15 de febrero de 2012
El Colectivo Imposible
Me reía yo de varias cuestiones por esos días; principalmente, de la facilitación y la ilusión de poder, unidas y organización que dan las redes sociales, además de la cantidad de libertades que se pueden poner en el medio, o mejor dicho, sentir a medias. Pero, por el otro lado, de una cuestión un poco más retrógrada y que arrojaba resultados que no me agradaban del todo: la hipocresía en la rajadura de vestiduras que se veía por todos lados.
Una o dos situaciones en un principio, tres o cuatro regulares y más tarde, verdaderas cadenas de odio parapsicológico que no cesaba de encontrar raíz en las personas más inesperadas. Cualquiera esgrimía una hermosa argumentación fundada en uno de los sentimientos más fuertes y estúpidos que posee cualquier ser humano: el odio. Y lo trístemente cómico era que era aprobado y aplaudido por muchos, criticado por muy pocos.
Hace relativamente poco tuve un encontronazo respecto a un caso particular, en el que se preponderaba la salud de los animales por sobre la de los seres humanos, y argumentaciones "de salón", como los chistes, la charla de un ascensor o de un taxista, eran las tarjetas que relucían en las manos de mis interlocutores. Mediocres apelaciones a la tristeza, la compasión y el hambre de sentirse bien con uno mismo. Y, obviamente y con la polarización mediática que se vive por estas latitudes en el día a día, se creaba el aislacionismo de que, si no coincidís con ellos, estás en contra de ellos.
Hoy prefiero reflexionar un poco conmigo mismo y con la gente que me es allegada para intentar no analizar, sino vislumbrar un par de resultados de las llamadas redes sociales, aquellos mandobles de la mente que nos fueron dados de arriba y nunca nadie se preocupó en preguntar porqué o cómo. Como la televisión, la radio, los teléfonos celulares, las noticias, los programas de chimentos y los libros de cocina, la máquina tenía preparado un nuevo producto y nos fuimos raudos a recibirlo; mamamos de la así llamada "revolución tecnológica y comunicacional", y nos adaptamos a un punto tan alto, que no nos dimos cuenta que entregamos parte de nuestra tan querida dependencia a ellos. Quizá lo más peligroso de este proceso es que pase inadvertido.
Hay un par de factores que se repiten a lo largo de las redes sociales y fomentan este fenómeno. Primeramente, la privacidad que da el hecho de comunicarse a través de un determinado medio (instantáneo o no) con la mediación de un cierto código (aprendido o no, lo hermoso es que los códigos suelen combinarse para formar otros nuevos), lejos de la gente que tiene que leernos, que vernos, que percibirnos. La lejanía y la falta de presencia humana da esa libertad, porque ante la ausencia física de interlocutor obviamos miles de señas que nos inhibirían sin dudarlo al estar ahí; comunicación no verbal entre otros. Esto es excelente a la hora de destruír inhibiciones y preconceptos que a esta hora en la historia de la humanidad no tienen gollete ni cabida, pero que sin embargo se siguen utilizando; lo malo es cuando la falta de inhibiciones nos libra de todo freno. Ahí se da el proceso más terrorífico de todos: la automatización.
Es sencillo y a la vez macabro, en cierta manera. Durante todos estos años que venimos mamando las redes sociales (con la metáfora que quieran asignarle a mamar), nos van metiendo de a poco y sin querer la base de cualquier red social: el hecho de compartir. Compartimos cosas que nos hacen reír, que nos hacen querer, que nos hacen sentir; en síntesis, cosas que generan una respuesta positiva en nosotros (en el sentido que nos da ganas de actuar en consecuencia), y buscamos generar algo similar en el otro. En algún punto del proceso, el click para compartir se automatiza y terminamos llenando nuestros perfiles (cualquier red social tiene perfil, por mínimo que sea) en un reflejo distorsionado o incompleto de la realidad; y lo peor, quizás equivocado. No hay ningún problema en la difusión en sí; la ilusión de libertad de acción es una de las cosas más bellas y cotillonescas que tiene cualquier red social. El problema es la muerte del debate y la reflexión que se hace ahí.
Como pasa esto? Así; uno hace un planteo, le pone una imágen que impacte y lo comparte. La gente lo ve, coincide con el discurso de su contacto y, sin chistar, lo comparte. El reguero de pólvora parece evidente; cual bomba H, destruye átomos de pensamiento independiente, crítico o, simplemente, original. Y así, a treinta años de la invención de la fotocopiadora, aprendimos también a fotocopiar ideas y colgarlas en las paredes de la cabeza, probablemente sin haberla leído del todo. Simplemente tenía un perro contento en la foto y el epigrafe era algo similar a un aforismo; nos gustó, lo fotocopiamos y lo pegamos.
Porqué se da esto? Primero, los usuarios no le dan la importancia cabal a las redes sociales porque, por muy difícil que parezca, todavía les parece algo "nuevo, bonito y pelotudo". No le dan importancia y entonces, como cualquier cosa que no tiene importancia, no lo toman en serio. Dan y reciben opiniones de las cosas más intransigentes del mundo y se dan un espacio de mimos propios, compartiendo en fotos y reportes casi de bitácora de su vida; "Roberto Carlos está preparándose para el viernes", a doscientas setenta personas les gusta esto. Y en vez de publicar su mente y hacer de la red social un excelente taller de pensamiento crítico, como podría ser, se transforma en una fotocopiadora más que más, una máquina de imprimir lo que la popularidad quiere y nada más.
Es un lindo invento la democracia, pero significa la muerte de las minorías irrevocablemente; porque el respeto sin respaldo es como sonreírle a un limosnero pero no darle de comer. Si, está todo bien, no hay problema que existan; pero si querés jugar el juego del país, de la comunidad o del mundo, hay ciertos códigos que vas a tener que adoptar. Y recaemos en el viejo prejuicio de siempre; cortate el pelo, afeitate, vestite bien, parate bien, hablá bien. Todo "bien". Es catastróficamente plausible en un siglo de tanto progreso humanitario que se respete pero no se respalde a todo el mundo.
Claro, salta ahora la pregunta de siempre, respecto a que si se critica, se tendría que dar una opción más; pero fuera de opinar por la opción del respaldo igualitario, no tengo otra cosa, sinceramente.
Fuera de basarse en la idea democrática y la burlona farsa del progreso, las redes sociales imprimen en sus usuarios el pensamiento de muchos, que en realidad es la opinión de un puñado. Gracias al milagro de la fotocopiadora mental, existen opiniones huecas, vacías, cuestiones o actitudes de vida que simplemente, como en cualquier computadora, fueron copiadas y pegadas de un usuario a otro. Quizá me equivoque y estemos marchando hacia un nuevo prototipo de hombre, pero yo, hombre nacido en el siglo XX, no puedo quitarme de la cabeza el proceso de adoctrinamiento y pensamiento hueco que imprimen las redes sociales. Si no creen en el adoctrinamiento, préstenle atención a un detalle boludo pero alarmante; todas las opciones en cualquier red social están escritas en imperativo. No sugieren, no dan libertad o márgen libre a lo que se quisiera hacer; el proceso se respeta a rajatabla, y nos procesan la cabeza como una res en un matadero.
Quisiera cerrar este texto con dos reflexiones más. Una, aclarando el detalle del título de este artículo, declamando que en realidad estaba apuntada a la imposibilidad de la colectividad humana desde el momento en que la individualidad es un peñón inquebrantable que todos tenemos; y que cada uno barre para su casa, la de su familia o la de su ideología es algo que pocos podrán negarme. En mayor o menor medida, todo hombre nace y es educado para barrer para adentro, jamás hacia afuera. El orgullo pelotudo y la hipocresía están a la orden del día en cualquier red social, por mediática que sea; todas, en mayor o menor orden, muestran como síntoma a una humanidad hastiada hasta el hartazgo de su propia viralidad, de lo molesto que es convivir en un mismo planeta con otros seres humanos y de que, en realidad, el mundo sería un lugar hermosísimo si ellos pudieran hacerlo su mundo, y no tener que compartirlo con nadie ni con nada, exceptuando lo que ellos quieran. Esta es otra gracia de estas (tan criticadas por mí) redes sociales, que al darnos un espacio de expresión y la ilusión de libertad plena (de opinión y de acción) nos meten otra sensación, que es la sensación de poder, por mínima que sea; y el poder es un parásito que nunca cesa de comer.
Por el otro lado, y respecto al tema de restarle importancia al otro y fotocopiar pelotudeces, un interlocutor me decía, más o menos en estas palabras: "Los verdaderos Revolucionarios son aquellos que, sabiendo que se ha cometido un hecho atroz en cualquier lugar del mundo hacia una persona, puede sentirlo como si se lo hubieran hecho a él, y actuar en consecuencia"
Yo reflexiono que realmente es triste pensar que los revolucionarios son hombres que no son considerados hombres, son Hombres con H mayúscula porque han ganado, en ese proceso que ellos llaman revolución, la sentimentalidad y la empatía suficiente como para generar el respeto y el respaldo necesario a cualquiera, sin discriminación. Y es triste, porque el hombre, el humano o la persona mediocre y común de hoy día está educado para barrer para adentro.
Lector, antes de poner las barbas en remojo le recomendaría utilizar un método para dilucidar (y, en muy raro caso, concientizar) a su interlocutor, ofendido hasta el túetano tras rajarse las vestiduras ante cualquier hecho pelotudo. Escuche pacientemente su opinión y luego pregunta, tranquilamente, de dónde sacó esa opinión.
"Muy linda esa opinión, a quién se la escuchaste?"
La fotocopia del pensamiento se va a revelar tranquilamente ante la imposibilidad de la justificación lógica de un argumento, una fuente o un concepto. La falta de autenticidad puede ser subvencionada por google, pero gracias a los Dioses google todavía no tiene inteligencia propia, y por lo tanto, no es capaz de emular una conversación humana.
Les recomiendo alejarse de la nicotina y, si pueden y no les molesta, empezar a usar cabalmente y con plena responsabilidad sus redes sociales. Es un proceso y una decisión que cada uno tiene que adoptar; seguir fotocopiando el pensamiento crítico, o transformarse en un hombre que genere su mundo y sus opiniones.
Un abrazo
lunes, 30 de enero de 2012
Subvencionando la Fantasía
Sucede con frecuencia que cuando uno comienza a tomarse en serio cualquier campo intelectual, práctica o materia, o quizás ciencia, encuéntrase uno con las opiniones más enfrentadas y encontradas respecto a la manera de ver esta ciencia, campo o materia; sean o no adversas las maneras de reaccionar, siempre nos vamos a encontrar con esta clase de prejuicios y siempre nos vamos a ver envueltos en algunas discusiones y unos cuantos debates para probar que la ciencia, materia o campo es, en sí, valedero, y no realmente un frasco de inutilidad como muchos argumentan.
Esto sucede con mayor frecuencia mientras nos aproximamos a las llamadas Ciencias Humanísticas. Como filósofo (con f minúscula) y estudiante de varias de ellas, he llegado a encontrarme con las opiniones más enfrentadas respecto a lo que uno hace, dice o estudia, lo cual es bastante triste si nos ponemos a analizarlo; pero analizar el fanatismo y el prejuicio es una pérdida de tiempo en la gran mayoría de sus casos.
Dejemos de lado, para comenzar, a las opiniones fundadas en el fanatismo y el prejuicio, o quizás la opinión no demasiado objetiva; estas opiniones, estas sugestiones y estas ponencias están vacías de verdadera crítica, cuando más están diseñadas para dañar la integridad moral y la estima que se le tiene a la ciencia (también podríamos decir reputación) que para poder lograr un cambio productivo. Como toda violencia, es energía estéril que va en un solo sentido, buscando demoler sin construír nada de los restos.
Por el otro lado, lo que realmente alarma son las opiniones que realmente están basadas o fundadas en una arquitectura de la opinión, pero también hay que sospechar la fundación de estas opiniones, pues uno puede ordenar y adornar hermosamente las más pretensiosas palabras, haciendo una buena excusa de argumentación cuando la piedra fundacional sigue siendo el prejuicio.
Creo que es al pedo aclarar, como hice más arriba, que la opinión o la crítica basada en el prejuicio es una manera densa y torpe de opinar, sin reales bases ni tampoco con realización en la opinión. Una opinión puede cumplir dos funciones; ser un estímulo, un estigma de la realidad dentro de nuestros propios sistemas, que nos ayudan a comportarnos de una determinada manera frente al orígen de esa opinión; o enfrentarse a otras opiniones para la crítica constructiva, el consenso grupal o la construcción comunal.
La Filosofía, por el lado de la critica destructiva y sin olor, es vista por la masa sin construcción como una ciencia de excusas consecutivas, donde la propia construcción del pensamiento no vale la pena ni siquiera para poder construír nuestro propio mundo; son éstos herederos del llamado "conocimiento práctico", enseñándonos a nosotros, filósofos, que el mundo no está hecho para los etéreos, y que el mundo moderno mucho menos que antes; que vale mucho más saber cómo hacer fuego que porqué existe el fuego, y que siempre triunfará con orgullo la ciencia de la tecnocracia por sobre la ciencia del pensamiento. Es horroroso encontrarse con ese panorama, pero ahí está, esperando para encontrarnos cuando podemos y cuando queremos encontrarnos con él.
Es triste. Generalmente, el Filósofo (todo ser humano tiene el potencial para ser Filósofo, como todo estudiante de Filosofía, que comienza a ejercitar el pensamiento vivo, es un filósofo en mayor o menor medida) se exhibe como tal ante la sociedad, e inclusive en sociedades tan abiertas y no tan ásperas como la nuestra recibimos un trato como de locos mansos, como de pasivos que se la pasan estudiando, leyendo y pensando materialidad inútil, sin hacer realmente nada bueno con la vida que se nos ha otorgado. Es triste, porque el consentimiento que nos dan es el mismo que se le da a un niño pequeño cuando se ha atado bien los cordones, o la palmada en la cabeza que se le da a una mascota como cariño. Y genera un poco de indignación ser mirado por sobre la cabeza, cual mascota.
Hay que tener presentes una cosa, que muy pocos dimensionan; las actividades como ésta, como cualquier actividad a la que uno se dedique, no son cosas para mirar por abajo, o para menospreciar. Como bien dijo un Maestro mío, hace bastante tiempo ya, "si yo hago una cosa para mi vida, le estoy dando mi vida entera, el tiempo que tengo. El día de mañana, cuando sea más grande, voy a pensar "mierda, le entregué mi vida a esto? Tan mal lo hice que entregué mi vida por sectores, o entregué mi vida entera y no fue suficiente?" así uno puede mesurar un poco mejor su esfuerzo. Si vos le estás dando toda tu vida a una actividad, un estudio o algo que te guste hacer, entonces podés exigirte lo suficiente. Te va la vida en ello"
Volviendo a lo que nos compete; hablando de esto con una de mis mejores amigas, una periodista, coincidimos en un pensamiento único y más alarmante; el menospreciar la ciencia de pensar revela, justamente, la incapacidad de un pueblo (o lo que es más atroz, una generación) de reconocer la necesidad de pensar. Adoctrinados a ser herramientas vivientes por nuestro némesis conjunto, La Máquina, solo cuenta el aquí, el ahora y lo tangible, sin darle a los seres humanos las dimensiones que tanto hacen falta. Y en el proceso se pierde gran parte de, justamente, el humanismo; los picos de stress, las afecciones mentales diversas, las reacciones hiperviolentas hacia un determinado estrato social, la falta de visión periférica y la carencia de análisis hacen a una generación sin real futuro, pues el futuro no existe para alguien basado en el presente. No existe el futuro para la gente que consume, vive, come, ama y muere hoy. Solo existe el presente, y si mi presente es lo suficientemente lindo, no tiene porqué importarme el futuro.
Claro que es un pensamiento alarmante, claro que lo es. Es una de las revelaciones más horribles que existen, porque es vivenciar y darse cuenta de que, a pesar de la amplitud de recursos con la que contamos, pocos son los que pueden realmente hacer el canje bueno, considerando el futuro y no simplemente el presente.
Una cuestión aún más terrorífica despierta; el hecho de que La Máquina, consciente de ello, haya decidido dejar las ciencias humanísticas operantes tiene un sentido y uno solo; la eliminación sistemática de estas ciencias, por el olvido y el consenso común de que, justamente, la materialidad y practicidad son preponderantes del pensamiento. Es mucho más fácil vivir de rodillas que morir de pie, y es por eso que nos subvencionan la fantasía de creernos pensantes, cuerdos y conscientes, dándonos entornos seguros y pagos donde el academicismo se pudre en las bibliotecas y el pensamiento queda almacenado, estéril, en las facultades. La Máquina conoce que la represión o la eliminación directa haría que la ciencia del pensamiento vuelva a surgir; siempre se busca lo que se desconoce y siempre se redescubre lo que estaba olvidado. Lo más angustiante es darse cuenta de que, justamente, es La Máquina la que tiene visión del futuro, y no las generaciones de fábrica.
Los dejo con estas reflexiones, no alegres pero quizá un poco más espabilantes, y les repito que se alejen de la Nicotina. Muchas gracias.
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