lunes, 19 de marzo de 2012

Reciclaje de Reacciones: Zoomorfismo

Antes de anticiparme a escribir un artículo relacionado al susodicho fenómeno de la mutabilidad del lenguaje, utilizando como plataforma posible y factible precisamente estos espacios virtuales que transitamos con tanta frecuencia, prefiero hacer un alto y una pequeña llamada de atención respecto a un tema que empieza a hacerse cada vez más marcado, al menos en los círculos más próximos que suelo recorrer, y es la adopción de la paz como estandarte con la naturaleza.

Hagamos un alto antes de continuar con este análisis. De a poco el hombre cambia, y como cada cambio grande, está antecedido por una migración intelectual importante, o más que intelectual, racional. No es necesario acusarse a uno mismo de tarúpido por no poder discernir intelectualidad de racionalismo; empieza a ser cada vez más claro que la terminología que cada uno maneja, la maneja a su antojo, como y desde donde quiere, y a pesar de que todos creamos estar hablando de lo mismo, termina siendo un embrollo tremendo. Dejemonos de payasadas y vamos al cuerpo del texto.

Querido lector, creo que usted también habrá comenzado a notar los cambios que estamos experimentando en esta época. Los cambios pueden ser muy observables como muy sutiles; nosotros preferimos tomar los sutiles para intentar hacerlos más presentes, porque casi siempre pasan desapercibidos delante de nuestras narices. Y es así como llegamos a pensar en cómo un hombre puede llegar a forjar el dogma que tan acérrimamente defiende, no para compartir su pensamiento, sino para comprenderlo. Puede ser un poco contradictorio habiendo aclarado el punto anterior, pero también creemos (creo) que es lo menor que podemos hacer si queremos intercambiar opiniones con alguien.

Se está haciendo costumbre comenzar a asumir una zoomorfia cada vez más inherente al sistema que nos contiene, esto es, la máquina. Es un poco sorpresivo para el peatón que le resta importancia a las señales de tránsito, pero la zoomorfia está cada vez más presente. Desde un alzamiento que tiende al vegetarianismo y el veganismo sin verdaderos fundamentos hasta la exasperación por la vida de un animal, la zoomorfia reivindica el papel del hombre como señor de la creación y, generalmente, ente perfectible que debería asumir su papel de guardián de todo lo que la madre tierra tiene para ofrecernos.

Claro, no vemos nada malo en esto; de hecho, el propio hombre diseña esquemas dañinos con regularidad y está generalmente educado para buscar enemigos; enemigos en su sociedad, en sus congéneres, en su propio género, en sí mismo. Si este proceso no existiera y fuera casi inherente al género humano, doctrinas anestésicas como la psicología o la demagogía nunca hubiesen sido practicables a gran escala, y mucho menos factibles en la realidad. El hombre, mal que mal, se ve a sí mismo como el cáncer del planeta y desde ahí tiende a ponerse en Hermano Mayor, o quizás en un papel de masa unida en contra de la tiranía de unos pocos (que en realidad es la de muchos).

De aquí sale la zoomorfia, esto es, identificarse como algo fuera del género humano, asumiendo apenas las aras de la personalidad individual, reconociendo el mundo (o el cosmos) como un medio extremadamente hostil que el resto de la humanidad, generalmente los moralmente culpables, no ayuda a mejorar. Y así nacen miles de frustraciones y energía que el autor considera mal orientadas; miles de personas se rasgan las vestiduras ante el hambre de los perros callejeros, abogan por la concientización de la hermandad animal y apelan a una moral relativamente pasajera, poniendo al hombre en la misma estantería que los animales y haciéndose cargo de esa carga moral que le impone el solo hecho de poseer raciocinio.

Es irónico este punto de vista por varias razones que pondremos en claro a continuación, a pesar del propio pensamiento subjetivo de cada uno; más que nada, es casi satírico que existan esta clase de pensamientos en este punto de la humanidad, pero pueden explicarse por varias razones:

Primero que nada, la razón de la frustración inherente a La Máquina. La Máquina utiliza diversos mecanismos para poder hacer que todas las reacciones nacidas de su acción se disipen con alarmante intensidad. Es sabido que todo lo que La Máquina hace, además de utilizar al hombre para su provecho, es drenar la productividad del mismo. Es imposible que el hombre mismo no genere una reacción ante este robo, pero La Máquina está tan bien diseñada que no puede ser vista; es como un ladrón invisible que molesta y se va. Por lo tanto, el hombre queda con su carga de descontento y frustración, que debe descargar en algún lado. Con el paso del tiempo, La Máquina se ha hecho increíblemente efectiva para reciclar reacciones, cuando años anteriores se daba más al maltrato, a la confinación y la exclusión; obviamente, es mucho más efectivo dar un espacio para que la reacción no desintegre al ser humano, y tener una fuente de productividad durante más tiempo. Después de todo, la Máquina no puede existir sin nosotros.

Por el otro lado, la viralidad de las redes sociales (oh la lá! Máquina de nuevo!) ayuda a esparcir y mitigar gran parte de la frustración del hombre, como hombre individual y como conjunto o parte de una comunidad. Para la gente que simplemente necesita decir algo, se presta; y para la gente que decide decir y hacer, apoyando sus palabras con el brazo, se presta a la organización. Las redes sociales son, efectivamente, la mayor parte donde se da el esparcimiento de la mente hoy en día de una gran parte de la población mundial, aunque en realidad debería decir de la población mundial que necesita esa válvula de escape.

Reduciendo el texto a poco; soy un hombre capaz de ganar dinero, y llego cansado al trabajo; no quiero salir a pintar veredas ni marchar porque las vacas dejen de ser masacradas en los mataderos. Pero puedo comprarme una terminal y hablar desde la comodidad de mi sillón respecto a lo que pienso a mis allegados y amigos. Y si alguien duda de mi palabra o mi pensamiento, que se vaya por donde entró. No necesito gente que piense diferente a mí.

Es inútil remarcar lo irónico de este pensamiento; el verdadero revolucionario, el que hace el cambio es justamente el que modifica su entorno; y es literalmente imposible modificar el entorno cuando el entorno mismo apoya nuestro propio dogma. Por lo tanto, el paradigma del hombre que despotrica en las redes sociales de allegados que piensan igual a él es simplemente un hombre en terapia, aunque una terapia disfrazada; es un hombre al que no le interesa cambiar nada, simplemente le interesa decir su punto de vista y ser reconocido por su ambiente próximo. Es siniestro pensar que la gran mayoría de las cosas que estamos limitados a hacer en estos entornos son similares para todos, inclusive para mí.

Volviendo a la zoomorfia, me gustaría abordar otro punto que todavía no toqué; el del odio al género humano. Cuando son enfrentados con cuestionamientos a sus creencias o sus planteos, la gran mayoría de los zoomorfos recalca, en contrapunto, su odio al género humano. Gente que quizás no pensó jamás en mover un dedo para darle un pedazo de pan a un chico de la calle va todos los sábados a vacunar perros callejeros. Gente a la que parece no importarles las decisiones de su gobierno hace manifestaciones en contra de la industria ganadera (en un país como Argentina). Y creo que con este párrafo aplico a lo que son energías o reacciones redirigidas; la cabeza en las nubes y la molestia en los perros, viendo en cada hombre un enemigo y esparciendo amor en círculos cada vez más pequeños. Empezamos con círculos de allegados y amigos; quizá, dentro de poco, sea solo de amigos y familia. Y quien sabe donde terminará este proceso? La Máquina sabe que somos hormigas, y que las hormigas tienen la verdadera fuerza de la marabunta, del torrente, de la multitud. Este proceso de individualización y egocentrismo, colocando al hombre como ente protector de todo, es un callejón sin salida en el cual el hombre cada vez razona menos y reacciona más.

Por eso, mis hombres y mujeres, solamente tengo una petición, sea cual sea su opinión. Intenten tomarse un tiempo del día para pensar, para pensarse, para contemplar al mundo desde un lugar un poco más complejo que el de sus círculos internos. Claro, todos podemos ser un pez grande en una pecera pequeña. Pero, como diría el protagonista de una película, el potencial de los peces se ve cuando no tienen peceras que los contengan. Es un océano muy crudo el que está ahí afuera, no es para cualquiera; pero vivir una vida de mediocridad en la seguridad de la pecera es una vida de maizal, no de hombre.

Admiro al cosmos que nos rodea, en su totalidad, desde lo más pequeño hasta lo más grande. Por eso mismo creo que el verdadero enemigo es uno mismo, y no ninguna cosa ajena a mí mismo. Cuando empezamos a armar equipos entre los elementos del cosmos (incluyendo el hombre), no solo damos paso a la parcialidad, sino también a la enemistad. Y la verdadera paz se logra en la unión; cuando la verdadera guerra es no contemplar la integridad del cosmos sin perder nuestra propia individualidad, sintiéndote parte del cosmos, sabiéndote habitante del universo y, a la vez, universo.

Un saludo a las mentes que leen y, como siempre, aléjense de la Nicotina.

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