sábado, 21 de enero de 2012

Educabilidad del Usuario

El escritor que necesita escribir tiene en su cabeza miles de cosas. El pensamiento como consecuencia y el análisis crítico y sistemático del porqué surgen tales cosas en el comportamiento humano, o quizás preguntas un poco más simples en esencia pero de igual dificultad (porqué el cielo es azul, por ejemplo) surgen cual burbujas efervescen en cualquier bebida de vuestro gusto. No es necesario ser más despierto, más inteligente o más temperamental o voluntarioso; tan solo basta un gramo de curiosidad.

Como decía Isaac Asimov en su 'Introducción a la Ciencia', el último Julio Verne con el que contó la humanidad hasta el momento, "Al principio, solo hubo curiosidad", y expone en su propio prólogo que el impulso más innato de cualquier forma de vida, carente o no de inteligencia reconocible, es la curiosidad.

Hoy, y a partir de ciertas cadenas de eventos que se han desarrollado en el mundo respecto a la libertad, la censura y la restricción en un medio mas o menos neutral como venía siendo Internet, se me han despertado un par de conclusiones y unas cuantas preguntas; por supuesto, Internet es un fenómeno tan complejo y hermosamente complicado que podría escribir de él hasta mi muerte, pero prefiero no transformarme en un Biógrafo de este fenómeno sino dejar escritas las palabras que son de mi agrado compartir.

Primero que nada me gustaría hablar sobre la cuestión que creo más elemental en este quid, es decir, la credibilidad de la palabra. El conocimiento, o mejor dicho, la educación de un hombre, está dado por la credibilidad de su palabra. Ciertos rasgos culturales, ciertos preconceptos sociales y ciertos guiños estéticos hacen de un hombre, a simple vista o a oído desnudo, más o menos educado. Claro está que son preconceptos que de a poco uno se va deshaciendo, después de todo, existen miles de personas que no conocemos personalmente y sin embargo creemos en su palabra, en su conocimiento, en su educación (sin ir más lejos, pensar en casos aplicables en cualquier medio periodístico). Más que nada, acá hablamos de la aprobación del lector, el receptor, del escritor, el emisor.

Qué es lo que logra esa aprobación? Si lo tenemos delante, tendría que ser una persona que nos resulte agradeble, cuando menos atractiva, y no estoy implicando con esto ninguna clase de característica sexual, sino atractiva en el sentido de que nos sentimos bien alrededor de esa persona, o al menos, nos hace picar esa cosquilla inrascable, la curiosidad. Los parámetros a cómo esa persona tendría que ser, vestirse, hablar, moverse, varían con las culturas y las personas, pero generalmente apuntan a un status quo de viejo literato, o al menos, como dirían nuestras bisabuelas, de "gente bien".

Pero no basta eso. No basta estar encajonado bien en el propio disfraz de académico, ni moverse como tal, ni sonar como cual. Ahí empieza la verdadera acción, de los verdaderos literatos, los verdaderos académicos; es lo que dicen y lo que nos moviliza, la manera en que hacen picar nuestra curiosidad si es que no entendimos algo de lo que han dicho, o quizás la manera en la que mueven los conceptos que tenemos en nuestra cabeza y los hacen seguir pareciendo lindos, cuando nunca habíamos pensado en esa posibilidad antes.

Una cuestión que me resulta extremadamente triste, pero que es parte de ese mundo viejo que poco a poco se está transformando en el nuevo, es la cuestión de las menciones, que es parte del disfraz. Dentro del disfraz está la manera de definirse, de decir "yo soy", cuando es un asunto que debería pasar por uno mismo y no por el juicio de terceros. Uno dice "Soy Licenciado en Astronomía", como si ese título fuera la única manera de definirse, y es triste que la humanidad de un literato quede reducida a todo eso. Un Licenciado en Astronomía que se define como tal parece estar diciéndonos, en cambio, "He pasado por muchos años de estudio duro, he sido aprobados por viejos profesionales de la misma ciencia y he conseguido el bendito papel firmado, que establece que mis conocimientos son valederos". Y aquí toco el punto al que, justamente, quería arribar; la certificación y la sistematización del conocimiento humano.

Es chistoso. Como bien decía el propio Asimov, la gente no disfrutaba de aprender antes porque, de una manera u otra, nos daban un conocimiento homogeneizado que no nos servía verdaderamente, o que nos servía a medias y sin excusas. A lo que me refiero; la educación como libro de cocina no sirve, de tanto y en cuando no todos somos iguales. Una vez admitida la diferencia básica y evidente que nos distingue como seres humanos, resulta injusto, e inclusive absurdos, que generaciones enteras de docentes nos hayan preparado de la misma manera, como si fuéramos pollos a ser adobados; pero un pollo es más largo, otro más chico, otro ni siquiera parece un pollo. Y sin embargo el maestro, como buena pieza de engranaje de la Máquina, adoba y adoba arreglándoselas como pueda para que el pollo en cuestión entre en el molde.

No me quiero extender criticando la vieja pedagogía de la que la gran mayoría de nosotros somos hijos; ese es un trabajo que se ha hecho ya antes, y de manera bastante bella, así que prefiero continuar. Ante cualquier duda, recuerden The Wall.

La Certificación y la Sistematización del conocimiento humano, como otra pieza más de la Máquina, fueron adaptados para ser dictados de una manera A, escuchados de una manera B y expuestos, más tarde, de una manera C. Es ridículo pensar en encajonar el concepto y el conocimiento, pues si bien el conocimiento puede ser enciclopédico y ser cuantificado y cualificado, no es lo mismo el conocimiento que tiene asentamiento básico escrito (sea virtual o físicamente), que el conocimiento habido y por haber en la cabeza de un hombre. A lo que me refiero; un profesional puede haber aprendido a efectuar X proceso, siguiendo las premisas que sus maestros y libros le han dicho, pero el proceso por el cual este profesional realiza ese proceso X es único e irrepetible, y se perderá con su muerte. Tomemos como ejemplo a dos estudiantes de medicina, Jorge y Laura, quienes tienen que efectuar la vivisección de una rana. Jorge efectúa la vivisección con pulso tembloroso y de manera algo lenta, pues tiene un feo recuerdo de la adolescencia que involucra una rana; por el otro lado, Laura realiza el proceso realmente rápido, pues asemeja en su cabeza a la rana con cómo destrozaba sus muñecas de chica.

Entonces, decía, vemos como el conocimiento en sí (el proceso) se mantiene estéril y símil en los libros, y cuando se busca aplicarlo, en dos diferentes sujetos, obtenemos dos procesos similares, sí, pero no iguales.

Justamente lo que se busca con esta certificación sistemática del conocimiento es lograr esto; conseguir profesionales símiles y estériles, que perpetuen su ciencia en la posteridad y que dejen su libre albedrío, su inventiva y su originalidad para sus ratos libres, pero nunca, jamás de los jamases, en sus espacios de trabajo.

Cualquiera que se detenga dos minutos a pensar en esto podrá percatarse que el límite entre conocimiento aplicado (el que está dentro de la cabeza de un hombre y cómo éste lo utiliza) y conocimiento estacionado (el asentado en medios inhumanos, es decir, registros escritos o similares) se hace mucho más nebuloso y difícil de distinguir en cuanto nos alejamos de las llamadas Ciencias Duras y nos metemos en las denominadas Ciencias Humanas o Humanísticas, y no debería sorprendernos.

Retomando un poco respecto a lo que es la Certificación del conocimiento, hoy mismo podemos meternos en el fenómeno que está ocurriendo globalmente, en todas partes del mundo, y darnos cuenta que está sufriendo un proceso de complementación por parte de la llamada Educación No Formal, o Auto-educación, que brindan todas estas TICs que nos rodean, asimismo como la ya arraigada (y con fuerza) Wikipedia, la única enciclopedia humana que contiene mayor número de conocimiento, en múltiples idiomas, disponible sin tener que pagar un peso en cualquier terminal del mundo, a cualquier hora. Esto es muchísimo más práctico y, de hecho, más rápido; pues el propio hombre, al tener el conocimiento servido en bandeja, puede elegir, como si se hallara en un buffet, qué conocimiento va a devorar. Como decía Asimov, una vez más, nadie quiere lo que está obligado a comer, como varios de nosotros detestábamos las verduras que nos servían de chico, y nadie quiere lo que está obligado a aprender, al menos no todo. Con esta clase de difusión y accesibilidad del conocimiento, este límite se rompe, pues sin ninguna clase de subsidio, cualquiera puede acceder a devorar el conocimiento que quiera, sin restricciones y sin ninguna clase de problema.

Queda, entonces, la pregunta básica; es este conocimiento gratis, masivo y autoaplicable, valedero del conocimiento de certificación? Cuándo un conocimiento es válido, cuándo un aprendizaje es aplicable, y cuándo solo sirve como muleta o complemento?

Hasta ahora solamente he analizado los eventos, que son prácticamente indiscutibles, a los que se ve sometida la humanidad a la que le ha tocado convivir este sector histórico de cambio y recambio. He aquí mi opinión del asunto;

Creo firmemente que todo conocimiento es válido y, lo más importante, que todo conocimiento debería ser respetado, y jamás censurado. Hay un dicho que dice "que feo sería el bosque si solo cantaran los pájaros de bellos trinos", y creo lo mismo con cualquier clase de conocimiento, cualquiera sea, pues siempre es aprovechable, aún los que no lo parecen; y los que no son para nosotros, lo son para otros. La censura al conocimiento es la peor de las violencias, pues si nos ponemos a pensar, el conocimiento o la sabiduría humana, en toda su vastedad, son concepciones del mundo, del universo o de uno mismo, que a veces quiere decir lo mismo. Y es por el conocimiento mismo que nos movemos como nos movemos, cómo hablamos y cómo comparecemos ante nosotros mismos, a lo largo de toda nuestra vida. Podés llamarlo carácter, podés llamarlo cultura, podés llamarlo arte, podés llamarlo de todas las maneras que quieras, pero al fin y al cabo, el conocimiento es el que te da las herramientas más primordiales con las cuales navegamos por el mundo. Sin él, un hombre es apenas una partícula más en el desierto, pues queda estéril y sin movimiento, ni dirección. Vayan a las cosas más básicas y se van a dar cuenta; sabemos cómo pararnos, como vestirnos, como comer, como respirar, como cantar, como ver.

Creo, asimismo, que la certificación del conocimiento es parte de la Máquina, el némesis humano por excelencia, y que vivimos en una época en que el conocimiento aplicado a nosotros mismos y por nosotros mismos terminará devorando a la Máquina, como si de óxido se tratase. La sistematización profesional es una correspondencia a una Sociedad que está dejando poco a poco de existir; y cuando el último de los Dinosaurios haya caído, el conocimiento, libre de tantas cadenas, trabas y baches en el camino, volverá a ser esa cuestión tan mágica que se perdió hace tanto tiempo. Y los títulos, que no son más que otra manera de designarnos a nosotros mismos, volverán a ser menciones alegres, facetas, y no personalidades o identidades. Y ya no tendremos miedo, ni siquiera duda, de decir, al aprender a dibujar "Soy dibujante", ni tampoco cosas como "Soy estudiante de Astronomía", cuando ya sos astrónomo en la mínima partícula de conocimiento que tenés adentro, y que te empuja a seguir conociendo.

Como siempre, mis queridos lectores, aléjense de la Nicotina y disfruten del conocimiento. Es una de las virtudes más hermosas con las que todo hombre cuenta.


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