jueves, 8 de septiembre de 2011

Pequeño Manual del Adicto Desesperado

Antes de comenzar, creo que hay que hacer dos distinciones ante la lectura de este texto. Primero que nada, este texto no pretende ser una guía de naturaleza científica alguna, sino una buena manera de encarar ciertas situaciones tipo a las que se enfrenta cualquier adicto. Luego, tampoco pretende ser un libro de cocina, en el sentido en que algunos de los pasos aquí esbozados pueden ser reemplazados, desconsiderados o quizá algo rudos.

Una última aclaración, y ahora si, nos vamos al cuerpo del texto: distinguimos dos clases diferentes de adicciones, aquellas que tienen soporte en lo físico y aquellas que no. Aquí venimos a encarar las primeras, relegando las segundas para algún texto más poético y, quizás, menos desesperado.

Primero que nada, habríamos de aclarar la condición de un Adicto con soporte en el plano físico. Todos nosotros poseemos un cuerpo con una fisonomía mas o menos similar en lo que respecta a lo biológico; y todos sabemos que existen ciertas sustancias que generan dependencia (artificial o no) una vez son consumidas. Por lo tanto, la definición de este Adicto es la de una persona que consume regularmente cierta sustancia que le genera un cierto grado de dependencia.

Segundo, y abordaremos quizá un punto áspero: el hecho de admitirse a uno mismo como un adicto. Generalmente la palabra adicción conlleva muchos significados reprobables por la sociedad que nos rodea; quizá se deba en gran parte a la apología de la drogadicción que se hace permanentemente en casi todo foro público, quizá el hecho de ser esclavo de una mala decisión tomada hace años. En síntesis, y no por ser un poco detractor de la realidad, uno ha de admitirse como adicto solamente cuando se encuentra frente a la desesperación de la falta de la sustancia deseada. Si consumimos esta materia todos los días con cierta regularidad, tanto nuestra entereza moral como física permanecerán en un grado de relativa integridad, puesto que el acostumbramiento no genera culpa. Podemos observar muchos ejemplos de esto; lo cómico es, en realidad, cuando falla la sustancia, o la adquisición de ésta.

Una vez uno se ha admitido como adicto que es (y todo lo que ello conlleva), debemos abordar otro punto más que nada primordial: este manual, como la gran mayoría de los textos de este tipo, está orientado a incluir un par de alternativas y reacciones típicas. En este caso, el de la ausencia de la sustancia.

Como dijimos anteriormente, la palabra adicto es rechazada en primera instancia para el que no se ha asumido. Si esta es su primera vez en desesperación, no se alarme; por lo general, se puede sobrevivir a esta clase de crisis. A medida que pase el tiempo y su fisiología empiece a insistir con el pedido de aquella sustancia a la que tan acostumbrado está, uno empieza a reconsiderar el hecho de ser un adicto hasta que, inevitablemente, cede. Esto también es normal: los esquemas de pensamiento y los vallados moralistas ceden muy fácilmente ante necesidades dictadas por el cuerpo. Esto se puede confirmar no solamente en casos de adicción, por cierto.

Entonces, usted, que no se creía adicto pero lo es, ahora mismo está conociéndose a sí mismo por primera vez en mucho tiempo. Ahora que los dos sabemos que tanto usted como yo somos adictos, dediquemos nuestro potencial a lo que nos preocupa: solucionar esas uñas en el pizarrón que son la necesidad de la materia adictiva.

Primero que nada, tanto usted como yo deberíamos saber que el cuerpo humano es una máquina casi perfecta, y que muy probablemente esa necesidad que a usted le nace es una cosa totalmente artificial ya que, exceptuando muy pocos casos, las adicciones son una cuestión totalmente superflua y plástica, generada por una sociedad que engendra necesidades agregadas al hombre común. Entonces nos encontramos en una escisión; la de poder o no conseguir esa materia.

En caso de poder conseguirla, no debería haberse preocupado desde un principio, ya que todo se solucionará una vez haya tenido su correspondiente dosis, y toda la histeria, la reflexión nacida de la necesidad y el rush de adrenalina se desvanecerán enseguida.

En caso de no poder conseguirla, prosigamos con la lectura.

Lo primero y principal es empezar a tomar conciencia de su cuerpo. Este es el primer paso para controlarse un poco a sí mismo. Recuerdo lo que se dijo arriba; el cuerpo es algo totalmente móvil y perfecto, así que se tendrá que adaptar a la falta de ese suplemento, como alguna vez se adaptó para darle un lugar. Si cuenta con el espacio y el tiempo necesarios, la actividad física es otro punto realmente grande y que ayuda a paliar mucho la desesperación, principalmente por dos motivos; despeja la cabeza y pone en el plano de la dinámica a miles de sustancias que ayudan a generar una sensación única de bienestar y plenitud.

Ahora, de no contar con el espacio y el tiempo, y de ser necesario que usted marque la tarjeta de la rutina, entonces le tenemos malas noticias, ya que, como se ha dicho con anterioridad, la necesidad nacida de la desesperación lo acompañará todo el trayecto. Lo más que se puede hacer en estos casos es utilizar algún placebo improvisado que se tenga a mano, pero nada ni remotamente similar a lo que queremos consumir. El placebo en sí, fuera de ser un símil de lo que necesitamos, debe imitar la acción que tenemos con nosotros cuando consumimos esta sustancia; esto es, una manera inofensiva de hacer los movimientos necesarios para inocularnos el adictivo. Por poner un ejemplo; en el caso del tabaquismo, en vez de seguir fumando cualquier cosa que tenemos a nuestro alcance, deberíamos imitar el hecho de encender un cigarrillo y dejar colocado en nuestra boca una especie de pitillo, de madera, de cartón; importa poco mientras cumpla su función y no resulte dañino.

Recuerde un hecho que, por más simple que sea, va a atormentarlo lo suficiente como para que lo piense dos veces. La adicción, cuando no está y cuando empieza a estimular nuestra psique, derrumba cualquier prejuicio y cualquier barrera que se necesite, graduado por nuestro propio autocontrol. Esto significa que los pedidos (o ruegos) de préstamo a cualquier persona próxima, el hecho de pedir o inclusive suplicar por aquello a lo que somos adictos no debería sorprenderlo ni generarlo autocompasión; por el contrario, es plenamente normal, solamente contrólelo dependiendo su propia manera de ser y su propia vida.

Como finalización de este texto, debo aclarar una última cuestión: la adicción no es una enfermedad, o en todo caso, es una enfermedad consentida. Las hay un poco más tóxicas que otras, pero si vamos al caso, todas terminan siendo tóxicas. Imaginar a la adicción como una especie de parásito que nos mina el cuerpo sería casi lo correcto; casi, porque tendríamos que ponernos a considerar el hecho de que, en realidad, es una simbiosis. Como casi todas las cosas en este cosmos, la adicción jamás puede abrirse paso en nuestra rutina sin nuestra ayuda o consentimiento. Si bien es un simbiote, podemos extirparlo con relativo esfuerzo y trabajo. Y para aquellos que disfrutamos de la simbiosis, simplemente mantenernos en buenos términos, y dejar en la frontera aquellas cosas que nos gustan y las que no, desecharlas como se pueda.

Recuerde: usted es un adicto en tanto y en cuanto usted decida verlo. Podemos hacer ojos ciego a toneladas de cosas, y las adicciones son propensas a pasar de largo.

Creo que ahora se comprende porqué siempre advierto, como también esta vez, que se aleje de la Nicotina; y no leeremos alguna otra vez, en algún otro rincón del mundo. Muchas gracias por su lectura, espero haya sido de ayuda.

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