miércoles, 14 de agosto de 2013

Reseña por Partida Doble: Bunny Love

Toca el turno en el reseñero (ocasional, nomás) a dos muchachas productoras de contenido particular en el mercado independiente; me habían llamado la atención en el pasado año durante la Crack Bang Boom en Rosario (donde presentaron su -creo- primer libro por imprenta, de la colección Riot of the Lambs, Fantastic Baby -junto a un gran número de anotadores, señaladores y cuadernos-) y este mismo año volví a topármelas, previo pispeo gracias al tendido de redes sociales (que, por suerte, ayudan a la difusión en más de un sentido) pero con la diferencia de que esta vez se redoblaba la apuesta y comienza un ciclo que, a juzgar por presentación y prerrogativa de las queridas creadoras, tiene bases cada vez más firmes y raíces más nutridas. Esta vez reseñamos dos monstruos de las chicas de Gutter Glitter ; Anuraidh y el volúmen dos de Psychopomp: Bunny Love .


Bunny Love

No vamos a utilizar tiempo explicando quienes son los autores; para eso están los links a lo largo de la nota (y la curiosidad de cada uno de ustedes, chichipíos, para poder hurgar el vasto saco de internet). Especialmente porque Bunny Love sigue una máxima que seguirán (asumimos) el resto de los volúmenes de Psychopomp: están armados entre colaboradores de los más remotos países, planetas y a veces universos. Solamente mencionaremos a las dos responsables de que estos bichos anden sueltos, las cuales son Lucila Quintana (de quien al momento de escribir esta reseña no tenemos ni el perfil de caralibro) y Paula Andrade (aka Derrewyn).

Pychopomp parece funcionar con una mecánica simple pero efectiva; todos los años, a lo largo de un determinado número de meses, estas muchachas pegan un grito de guerra por todos los medios habidos y por haber para convocar creadores en cualquier arte que sea imprimible. Luego de la selección el volúmen sale humeando de entre los plomos y las tintas y proceden a hacer su presentación. Lo único que las chicas imponen es el eje temático de cada volúmen.

Así como Fantastic Baby versaba sobre fantasía en diversos colores (la cual tendrá su reseña a su debido tiempo), Bunny Love es una antología erótica. Ilustraciones, historietas y narrativa de diversos autores, locales y foráneos, versa en una estética bastante definida sobre lo que nos agita adentro cual conejo asustado. Es un poco difícil e injusto hacer un juicio por sobre toda la obra, pues al ser un volúmen antológico solo es homogéneo en su eje temático. Así como existen miles de formas de excitar el cerebro o el erotismo humano, existen otras miles espejadas en interpretar lo erótico. Es por eso que, a riesgo de ser demasiado conciso, haré un repaso rápido (y sin spoilers, aclaro) por su contenido, yendo de contenido en contenido. Como último detalle antes de zambullirnos he de hacer notar que este volúmen cuenta con autores de latitudes bastante lejanas, que cuenta con un trabajo de edición y diseño muy bueno y que, en cuanto a material, solo cabe una palabra: sobrio.

Dicho esto, hold on your butts:

Melissai (o la fertilización de la reina abeja): Paula Andrade nos pasea acá por una historia breve pero concisa y puntual cual aguijón de abeja. El texto no abunda pero tampoco falta y se puede ver a las claras que la narrativa de historieta, en cuanto a secuencia cabe, no guarda demasiados secretos para ella. Dejando de lado la estética del dibujo (que me caga de gusto, pero es eso: gusto) y la excelente técnica de ilustradora, cabe destacar el armado de ciertas imágenes puntuales que le dan ese olor a miel a esta historia. Como bien lo señala el nombre, las abejas son un detalle al que darle bola acá.

Una vez en un sueño: Lucila Quintana es culpable. Culpable de hablarnos al oído como si supiéramos de lo que está hablando. Pero con semejante introducción (un párrafo simple, al parecer inocente) es imposible no seguirle la corriente. Hay que seguírsela porque sino, si no tendemos los andamios para hacer posibles sus palabras, la historia queda con demasiadas preguntas; preguntas por un lado vacías, un poco tontas y por el otro, verdaderos huecos de contexto. Sin embargo Lucila nos sabe meter en todo aquello y nos pasea por una narrativa para nada amateur, haciendo que nos choquemos de cara con una realidad sencilla y dura, como una piedra; el erotismo no se trata del contexto. Si, podemos adornarlo todo lo que querramos, pero la esencia misma de ello va más allá, no es sólo eso. Un buen extracto de una escritora que, se nota, tiene un cosmos propio armado desde hace tiempo.

The wind beneath my wings: Gala Seijo es la encargada de contarnos una historia muy, muy corta; esas mismas que se contaban mientras se viajaba de un lugar a otro hace cientos de años, cuando la noche era La Noche y los bosques todavía metían julepe. El dibujo hace su baile mientras las figuras desarman y rearman el rompecabezas narrativo cada vez que le da ganas. No es una historia sinceramente erótica (el erotismo es un actor más de tantos), pero tiene una trampa lógica del mejor estilo árabe que le da ese carácter de cuento de hadas tan particular. Acompañado por la estética hacen a una buena historia que, con gusto, daría a leer a mis hijos (si tuviera).

La posada de la última mujer: Flavia Rizental es la autora de esta historia en donde el tiempo es una variable que realmente no importa, como tampoco importa qué es lo que sucede alrededor. Flavia crea una atmósfera bastante buena donde, por primera vez en todo el libro, vemos la palabra seducción, además de la palabra peligro. La única crítica que podría hacerle a este relato es que, sinceramente, me pareció un poco extenso y que sus personajes a veces rayaban en lo genérico; pero es una ilusión, en parte generada por el mismo tono brumoso del relato. No puedo decir mucho más sin arruinarles el relato, así que lo dejo aquí.

Erna y la loba: Cerine es de las artistas que me gustaría ver pintar un mural o un buen cuadro. Quizás la portada de un libro. En esta corta historieta, no obstante, no sale de un radio bastante limitado de opciones. En un tono minimalista y jugando con la dualidad (oh, querida y vieja dualidad) hace desfilar nuevamente la palabra peligro sumada a un exquisito dibujo. Esta historieta carece de historia (valga la redundancia): es un mural hecho viñetas. Y ésa es su espada de doble filo.

Chubby love: Fernando Córdoba no nos narra nada acá; nos mete derecho a la cabeza de un personaje en donde, como en todas las cabezas, las cosas giran en un aparente y violento remolino caótico sin orden ni sentido. Ésto es, al igual que en Erna y la Loba, un recurso que puede jugar en contra. Como escritor de narrativa me frustra no haberme encontrado una historia, o haberme encontrado una historia a gajos, mezclada con cáscara y tierra. Hay acá palabras y oraciones bellas; pero rasga más la prosa que la narrativa. Este híbrido quizás mejore con el tiempo, pero no deja de ser un quizás.

La bruja y el lobo: Irene Adela Flores Vazquez nos cuenta na historia casi musical que respeta una estructura narrativa de antiquísimo orígen; la repetición de la fórmula da un carácter casi ritual a esta clase de cuentos que todos sabemos cómo han de terminar, pero queremos oír de todos modos. Los personajes cumplen su papel con fuerza de autómata, pero los versos casi míticos podrían haber sido recitados por Homero o Quevedo ante un público nutrido, y hubiesen sido aplaudidos sin duda. Muy bello.

Tómame: una historieta que, al igual que Erna y la Loba, es un mural hecho viñetas. Con una estética un poco gastada (pero bien adquirida, eso se nota), Chandra Free nos muestra una lección bien aprendida en cualquier historia pop de los últimos treinta años. Nada nuevo, con un dibujo que no propone nada nuevo y que, sabrá disculpar la/el autor/a, no me provoca absolutamente nada. No está de más, pero tampoco tiene un aporte cabal a la antología.

La tenue lluvia sobre los acres: Simplemente el mejor cuento de toda la antología por lejos. Teresa Pilar Mira de Echeverría demuestra nuevamente que es una de las mejores plumas contemporáneas que nos han tocado leer. Narra con una maestría pictórica de un detallismo casi barroco (sin hacer denso el flujo narrativo) una historia increíble donde se conjugan todos los períodos históricos y a la vez ninguno, veteado de cyberpunk y el ruido de un cascabel. Magistral es la palabra.

Sueño número 12: Una historieta sencilla y lúgubre en donde Patricio Delpeche utiliza un recurso que rara vez es abundante en este formato; el final semiabierto, la suposición, la insinuación entre trazo, texto y simbolismo. Una muy buena manera de cerrar una antología, casi como un vagón de cola de tren o los minutos de más (que no son de más) después de los títulos en una película de cine. Redondo.


Fuera de eso, las ilustraciones presentadas son un bello agregado para finalizar un volumen antológico al que le damos pulgar arriba por varios motivos enumerados arriba; además de todos ellos, por el hecho de que las coordinadoras/editoras/autoras/directoras de este manicomio hagan, justamente, esta clase de call to arms a nuevos colaboradores. En un contexto que a veces es hostil a los autores nóveles o con poco trabajo todavía encima (o poca moneda para publicar) como para presentarse ante los "Grandes Círculos Editoriales" (o los Grandes Culeados Epilépticos, si disculpan mi francés), me resulta más que placentero ver que no solo estas dos chicas se plantan desde la independencia editorial, sino que abren el juego a autores que quizás no habían publicado o publican rara vez por estos medios.

Eso es todo por ahora. La próxima nos veremos con la reseña de Anuraidh, de Lucila Quintana. Manténganse alejados de la nicotina y tengan una buena noche, conejos.

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