miércoles, 12 de octubre de 2011

Lo Diametral como Proceso

Es increíble lo cíclico que puede llegar a ser el hombre. Probablemente la mayoría de nosotros tengamos nuestro propio ciclo, sin anunciar o sin precedentes, establecido quien sabe porqué; algunos le daran su fundación en la psiquis, otros en los instintos o en la mudeza de los cromosomas; algunos otros, en una serie de factores inconmensurables que poco a poco se agolpan en la vida de todo hombre. A nosotros sinceramente no nos importa si se sabe o se conoce la razón con la cual alguien puede llegar a interesarse en esto: el chiste es el ciclo en sí, no sus orígenes.

El ciclo está formado por tantos elementos como uno quiera ver, como siempre, y como decía el bendito francés que jamás dejó notas escritas; el punto de vista determina el objeto de estudio. Podemos verlo como un complejo zodíaco porque nos gustan las doce divisiones, y quizás otros podrán tener en cuenta otras cifras, otros simbolismos, otra morfología de dividirlo. Como en este blog lo que se intenta es ser lo más simple posible desde la concepción del escritor, vamos a ir al grano y a dividirlo en dos, como tantos nos encantan las polaridades y las dicotomías.

Tenemos dos posiciones, dos ángulos, dos temperaturas, dos maneras de verse a sí mismo; pero lo imprescindible siempre es ver lo que el proceso hace (o nos hace) hacer. La gran mayoría de nosotros podrá identificar en esta parte del proceso como a la persona que descansa y a la persona que trabaja, la persona sumida en la fiebre loca del creador y a la cual la mente le lleva por parajes inexplicables. En síntesis, ambos son dos caras de una misma moneda, lectura y escritura, o escritura y lectura, dependiendo de vuestros gustos.

Generalmente lo que podemos deducir de todo esto es muy simple; la vida de un hombre se escribe y se lee al mismo tiempo, o quizás por turnos, o, quien dice, quizá no exista esa parte de escritura o aquella otra de la lectura. Y aunque el mundo esté poblado por gente que solamente quiere escribir o que simplemente quiere leer, es difícil engañarse y dejar pasar el resto de guiños inconfundibles que tenemos en nuestra propia naturaleza. Es una cosa que el hombre no puede conciliar debido al miedo que provoca, pero que sin embargo es inherente a la naturaleza humana misma; el hombre es totalmente mutable, es inestable, es incongruente y es incognoscible en toda su dimensión, ni tampoco está totalmente completo en todo momento. Lo más cierto es que todo aquello sobre lo cual no podemos tener control nos excita, pero de la manera que lo hace una trama terrorífica, en la cual sufrimos el papel de víctimas simplemente para ver qué había adentro del ropero. No existe tampoco el hombre sin un ápice de curiosidad. Los hombres que se jactan de simplistas tienen sus gramos de mediocridad y sus kilos de razonamiento; pero tampoco existe el hombre simple en ese sentido. Un hombre simple como se define en la teoría tendría el mismo animus de una piedra.

Todo este texto de poco sentido y desordenada lógica nace de un planteo simple, que es uno de los más abundantes que pueblan la mente de los hombres -en gran parte gracias a la sociedad que nos hemos construído-, y que es simple en el planteo y difícil en resolución; qué hacer con tu vida. De una manera u otra, el hombre tiene una llamada hacia algo con lo que se siente cómodo haciendo o creando, y como los hombres también llevan la semilla de la génesis consigo a todos lados, ese algo es lo que los va a llevar bien adelante, y bienaventurados los que tienen esa llamada del deber o del ser (básicamente, lo mismo) en un lugar cómodo dentro de la sociedad. Sin embargo gran parte de los hombres que nos pueblan no están del todo satisfechos (saliendo de la frustración constante, que es tema que la Nicotina tocará en algún otro momento), puesto que su llamada o su foco está en un lugar en el cual la sociedad no facilita la llegada; es más, a veces la complica en exceso. Los hay creadores de revoluciones, y los hay que luchan por una causa sin cesar, también están aquellos que tienen un gusto único y no pueden compartir su concepción con el mundo debido a que es demasiado raro, demasiado único.

Y, como siempre, el ejemplo del que suscribe; escribir para ganarse la vida o escribir por gusto. Escribir esmerándose en hacer buena letra y narrar historias coherentes y cargadas de buen contenido literario, o escribir la fantasía que brota de mis parajes mentales y atenerme a las consecuencias; que varios escritores han pagado con su integridad física y mental el hecho de haber acatado la llamada del ser (o del deber), pues, como toda llamada, es un hambre que devora a los hombres con la insistencia de la insatisfacción.

Pero como bien decían nuestros queridos griegos, todo es cuestión de equilibrio, y como no vivimos en un idilio, ni tampoco somos idílicos, hemos de sopesar las consecuencias de sobrevivir felices o vivir infelices.

Este proceso, diametralmente opuesto, es en el cual el hombre oscila cual péndulo, esperando que la incesante marcha de aquel viejo enemigo, el tiempo, los congele en alguna de las dos. Mientras tanto, el anclaje físico y mental se va desgarrando por el movimiento, poquito a poquito.

Los dejamos con un abrazo y unos mates, siempre advirtiéndoles respecto a la nicotina, y, esta vez, respecto a vuestro propio tiempo. Que tengan buenos días.

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